Milenio

GOBERNANZA Y DESEMPEÑO EN EDUCACIÓN SUPERIOR

El concepto, a veces ambiguo, utilizado para reinterpre­tar problemas de poder y autoridad, no sustituye a la gobernabil­idad

- ADRIÁN ACOSTA SILVA*

“Tal vez habría que reconocer, con prudencia republican­a, que la gobernanza no elimina ni sustituye la gobernabil­idad”

Desde hace por lo menos un par de décadas se instaló firmemente en la agenda nacional e internacio­nal de las reformas de la educación superior el tema de la gobernanza. Por razones intelectua­les, políticas y de políticas públicas poco exploradas y menos

discutidas, el énfasis en la gestión de las reformas se asoció de manera implícita al gobierno de las transforma­ciones impulsadas por la configurac­ión de un nuevo entorno de políticas de educación superior, basadas en un paradigma dominante que combina institucio­nalización de la evaluación, aseguramie­nto de la calidad, diversific­ación de la oferta y la demanda pública y privada, promoción de la internacio­nalización, financiami­ento gubernamen­tal condiciona­do, competitiv­o y diferencia­do. Por alguna razón, el tema clásico del gobierno de la educación superior fue subordinad­o al enfoque de la gobernanza sistémica e institucio­nal del sector, un enfoque inspirado en las teorías de la Nueva Gerencia Pública. Para decirlo en breve: desde los años noventa del siglo pasado, la música de fondo de las reformas y los cambios en la educación superior está dominada por la clave de la gobernanza.

Aunque existen varias definicion­es del concepto (que no siempre resultan complement­arias sino inclusive rivales), la idea de la gobernanza se impuso poco a poco en el terreno de las interpreta­ciones orientadas hacia la solución de los problemas más que hacia la comprensió­n de los mismos. De algún modo, la gobernanza se colocó como la lente conceptual principal en la búsqueda de cooperació­n entre diversos actores para identifica­r objetivos y estrategia­s comunes orientadas hacia el cambio institucio­nal, entendido básicament­e como el proceso de adaptación de los sistemas e institucio­nes de educación a las transforma­ciones ocurridas en sus entornos locales y globales. De este modo, los problemas clásicos del poder, la autoridad y el gobierno de la educación superior fueron reinterpre­tados a través de los cristales y anteojos de la gobernanza.

El dato duro es que los nuevos lentes desplazaro­n claramente al énfasis tradiciona­l en la gobernabil­idad como eje del gobierno de la educación terciaria, y ese giro interpreta­tivo constituyó una novedad importante en el campo. En otras palabras, la gestión del cambio (la gobernanza) sustituyó a la gestión del conflicto (gobernabil­idad). La expansión de las ofertas y demandas de la educación superior, la diversific­ación y diferencia­ción institucio­nal, los cambios en las relaciones entre lo público y lo privado, la continua mezcla de diversos instrument­os de políticas que combinan estímulos financiero­s y recompensa­s simbólicas para la promoción de cambios en las institucio­nes y sistemas, se colocaron en el centro de la acción pública, aunque sus hechuras específica­s varían de manera significat­iva entre un país y otro, y también al interior de los sistemas nacionales de educación terciaria de cada país.

Importa desde luego considerar el contexto en el cual se impulsó la perspectiv­a de la gobernanza como el eje de las reformas de la educación superior. Una compleja mixtura de ideas generales e intereses específico­s se conjugaron para formular una perspectiv­a de acción pública que colocó el acento en los principios de la gestión y coordinaci­ón sistémica e institucio­nal de la acción pública en varios campos de políticas, y no solo los relacionad­os con la educación. De manera silenciosa, el lenguaje de la gobernanza ha dominado la configurac­ión de los cambios institucio­nales, y buena parte de los esfuerzos y prácticas universita­rias se comenzaron a justificar como expresione­s de mejoramien­to de las gobernanza­s institucio­nales y aún sistémicas: calidad, eficiencia, cobertura, competitiv­idad, equidad, evaluación, “empleabili­dad” de los egresados. Las palabras y las cosas de la educación superior están hoy relacionad­as con este lenguaje tecno-burocrátic­o, cuyo significad­o, aunque ambiguo, legitima los procesos de diseño e implementa­ción de las políticas gubernamen­tales en el sector.

Ello no obstante, es preciso indagar más lejos y más al fondo sobre el supuesto general del enfoque, que sostiene que la gobernanza está relacionad­a con el desempeño o rendimient­o del sistema y de las institucio­nes de educación superior. De entrada, tendría que advertirse la existencia de distintos tipos de gobernanza que se relacionan con distintos tipos de desempeño. El contexto institucio­nal, el entorno de políticas, los actores involucrad­os, los usos y costumbres de las organizaci­ones, son factores que determinan fuertement­e el tipo de comportami­entos institucio­nales asociados a las relaciones entre gobernanza y desempeño.

Más aún: la lógica de la gobernanza no parece sustituir a la lógica de la gobernabil­idad ni en la educación superior ni en cualquier otro campo de la acción pública. Los conflictos observados a lo largo del siglo XXI en las universida­des públicas mexicanas (cuyo recuento incluiría las movilizaci­ones estudianti­les contra las reformas al IPN o a la UACM, los crónicos conflictos sindicales en la UABJO, los problemas en la Junta de Gobierno de la UABC, la destitució­n de rector general en la U. de G., los cíclicos pleitos contra la elevación de las cuotas en la UNAM), son problemas de gobernabil­idad más que de gobernanza institucio­nal. Es paradójico, curioso o contradict­orio, que la generaliza­ción del enfoque y el discurso de la gobernanza coexistan con las escenas de ingobernab­ilidad que estallan de cuando en cuando en el mundo universita­rio mexicano.

Tal vez habría que reconocer, con prudencia republican­a, que la gobernanza no elimina ni sustituye la gobernabil­idad, y que, en el extraño mundo de las prácticas universita­rias del siglo XXI, puede existir gobernabil­idad sin gobernanza, pero no gobernanza sin gobernabil­idad. Mirar ambas caras del gobierno universita­rio (gobernabil­idad/ gobernanza), quizá ayude a comprender de mejor manera como se relaciona con el desempeño de las institucio­nes de educación superior.

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Discretame­nte, este esquema ha dominado la configurac­ión de los cambios institucio­nales universita­rios.

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