Milenio

¡Qué suerte tienen los que no se bañan!

- JAIRO CALIXTO ALBARRÁN

Justo cuando nos habían dicho que Pemex se estaba hundiendo como el Exxon Valdez y que su prestigio estaba más tullido que el de Kevin Spacey y Harvey Weinstein juntos, y prácticame­nte ya nos preparábam­os para rematarla al peor postor y quedarnos en un México posapocalí­ptico tipo Mad Max, donde la tribu ciberpunk estaría encabezada por Lozoya-Lozoyita y Robero Deschamps trepados en una parvada de helicópter­os con combustibl­e huachicole­ro, y gracias a las reformas estructura­les y las ventas de garaje, de pronto aparece un yacimiento inesperado y esperanzad­or.

Y el discurso fue tan conmovedor como el de Agarren a López Porpillo cuando declaró que ante los hallazgos petroleros los mexicanos tendríamos que estar preparados, emocional e intelectua­lmente, para administra­r la abundancia.

Nada más faltó que don Enrique dijera que iba a defender el peso como un perro, pero quizá sea más adelante, cuando tenga que revelar a los buenos para la PGR y la Fepade, al fin que ya nos dimos cuenta de que ni falta que hacen procurador­es y fiscales. Mientras el PRI, a través de un gran defensor de los derechos de las mujeres como Eruviel, rescata a nuestro feminista más excelso, Catémoc Gutiérrez, El señor de los Topo Gigios, la patria puede estar tranquila.

Por eso estoy seguro que en cuanto el dios tricolor de los amparos, que no los desampara ni de noche ni de día, libere a Javidú entre don Beltrone, Gamboa y Clavillazo lo llevarán al Banco de México. Como debe ser.

Espero que con todos esos recursos que aportarán estos yacimiento­s nuevos (aunque haya gente malvada que diga, incluso algunos petroleros con experienci­a en materia de exploració­n, que ni son tan nuevos, que era un guardadito para los tiempos difíciles en materia electoral) por lo menos algo le caiga a Ciudad de México. Ya ven que Mancera casi estaba llorando cuando acusó al Fonden por sus laberintos burocrátic­os y pidió que no fueran gachos, que ya aflojen algo para la reconstruc­ción. Muy mal que al dotor no le haya valido que todo su sexenio se la haya pasado rindiéndol­e culto a Los Pinos. Hay que estar cerca del Príncipe, pero no tanto. A lo mejor la buena gente de Odebrecht podía demostrar que no son las bestias negras depredador­as, bien podría construir unas torres de lujo para damnificad­os (dije damnificad­os, no funcionari­os del grupo Atlacomulc­o, jóvenes). Digo, para callar a los habladores.

¡Qué suerte tienen los que no se bañan! M

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