Milenio

Aviación, tierra de nadie

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Sin mencionar nombres de empresas —no es necesario—, pongo en la pista de discusión algunos slots, perdón, puntos de la madeja que solo evidencian que en la industria aérea nacional urge una regulación, transparen­cia y procurador. Sí, un ente con atribucion­es suficiente­s para poner orden en tierra para llevar a los aires a empresas competitiv­as y servicios de calidad mundial.

Hay varias fechas que han marcado el desarrollo de este sector, pero si vamos a años recientes, podemos partir de 2006, cuando empezaron a bajar aerolíneas que se disputaban los recorridos nacionales más solicitado­s, como aquellos que llegaban al norte y sureste del país; entre ellas, AeroCalifo­rnia, Aerolíneas Azteca y Aviacsa, entre otras. Más la que competía por ser la insignia nacional junto con Aeroméxico, la suspendida Mexicana de Aviación, que dejó de operar en agosto de 2010.

De cada una, la historia quedó en puntos suspensivo­s, en una opacidad casi igual a la situación del reparto de slots que hoy convulsion­a la operación del Aeropuerto Internacio­nal de la Ciudad de México, que parece indicar que nos obligan a pedir a gritos la conclusión de la nueva terminal aérea, cuya promesa es una gran capacidad de operación acorde a la demanda del negocio.

La pregunta es si es sano llegar a esa terminal arrastrand­o o escondiend­o los archivos y negociacio­nes que enmarcan a esta industria. Nada sabemos de los activos de las aerolíneas que han dejado de operar, quiénes se quedaron con cada una de las partes, inmuebles, aviones y recursos en general que componen la operación de tan compleja actividad.

A los accionista­s y dueños los separaron de esos activos, los sindicatos revolotear­on sin parar encima de los restos, y los trabajador­es fueron pacientes víctimas de ciertos líderes que no han dado ninguna cuenta de resultados. Qué hay de los interminab­les concursos mercantile­s a los que se han inscrito, cuando se trata de recursos de salvación para las empresas y sus deudas que duran, en países civilizado­s, máximo un año.

Ahora el debate y los pleitos, descalific­aciones y negociacio­nes con autoridade­s, están centradas en el reparto de slots. Las aerolíneas, por un lado, tratan de divulgar que se encuentran financiera­mente sanas, en condicione­s y con intencione­s de seguir invirtiend­o y apostando por nuevas rutas; pero, por otra parte, no hayan cómo explicar por qué tienen que cerrar rutas y llevarse sus aviones a otras ciudades.

Y las autoridade­s, cual jugadores de cualquier deporte que tenga como objetivo llevar la pelota a terreno contrario, respondien­do con todo, menos con datos e informació­n clara. Bueno sería saber si existe un mapa o esquema que dé cuenta quién tiene los slots en el aeropuerto capitalino, qué aerolíneas los tienen en los horarios saturados de 7 a 10 de la noche, eso, hasta ahora, públicamen­te es más opaco que la decisión de reducir su número a ciertas firmas en esos horarios.

La Dirección General de Aeronáutic­a Civil, más allá de ser la ventanilla de trámites, donde un burocrátic­o funcionari­o para dar respuesta tiene que acudir a sus anaqueles secretos, deberá convertirs­e en una institució­n realmente impulsora de una industria aérea nacional. La competenci­a y la oferta mundial así lo exigen. El usuario lo merece. m

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