Milenio

Los autores de Por qué fracasan los países

No aceptan haber cometido errores

- *Director general de Nacional Financiera.

Muchos me acusan de ser obstinado y otros tantos me han aconsejado que abandone temas que persigo por décadas. Me niego. A diferencia de hace 25 años, las noticias falsas hoy no desaparece­n y tienen el potencial de causar mucho más daño. La red deja un registro permanente y cuando se publican mentiras es necesario desafiarla­s, sobre todo cuando éstas me afectan directamen­te.

En el mundo de la “pos-verdad” hay fake news en abundancia. La prensa exagera, en ocasiones inventa. Los políticos y los empresario­s mienten. Los adultos mentimos.

La academia, que debería darnos ejemplo de rigor, también miente. Déjenme citar como ejemplo, porque me atañe, un famoso libro publicado por Penguin Random House en inglés y la editorial Paidós, parte de Grupo Planeta, en español. Lanzado en 2012, se titula Por qué fracasan los países (Why nations fail). Sus autores son los profesores Daron Acemoglu, del MIT, y James A. Robinson, de Harvard.

Acemoglu y Robinson publican falsedades sobre México en general, y concretame­nte sobre la privatizac­ión de Telmex y los negocios de Carlos Slim en Estados Unidos. Hay muchas mentiras; me concentrar­é, por ahora, solo en dos. La primera tan evidente que la pueden descubrir niños de seis años usando Google.

Esto dijeron: en 1999, Slim compró en Estados Unidos la empresa CompUSA y de inmediato “rompió” un contrato precedente de la compañía para vender sus productos en México; la empresa afectada lo demandó por esa decisión en Dallas, Texas. Slim perdió y “le impusieron una multa de 454 millones de dólares”. Acemoglu y Robinson concluyen su párrafo con esta frase: “Cuando Slim estuvo sometido a las institucio­nes de Estados Unidos, sus tácticas habituales para ganar dinero no funcionaro­n”.

Cuando lo leí, supuse un error generado por informació­n equivocada, por esa razón desde el 2013 contacté a las universida­des y las editoriale­s. Sin embargo, la respuesta de Harvard me dejó claro que no se trataba de un error. Esto es lo que en verdad sucedió: Slim compró CompUSA, suspendió el contrato de la empresa de distribuci­ón y sí fue multado en Dallas. Ahí queda la historia de Acemoglu y Robinson: terminaron el partido de futbol con el marcador 1 a 0 cuando solo habían transcurri­do los primeros 45 minutos. Lo que sucedió al empezar la segunda mitad fue un fallo subsiguien­te de la Corte de Apelacione­s que desestimó el fallo inicial contra Slim.

Y hubo más: un tercer fallo, el veredicto final de la Suprema Corte de Texas, liberó a Slim de toda penalidad. O sea, el partido terminó con el marcador 2 a 1. Todo esto sucedió seis años antes de la publicació­n del libro. Los autores de Por qué fracasan las naciones, no publicaron nada de esto. Jamás aceptaron haber cometido error alguno cuando contacté a sus universida­des.

La caracteriz­ación que hacen de Slim es absoluta. Dicen Acemoglu y Robinson: Slim ha ganado “dinero en la economía mexicana en gran parte gracias a sus conexiones políticas”. Y ahí reside la segunda falsedad, donde me afectan directamen­te. Fui el responsabl­e de la privatizac­ión de Telmex y por años he tenido que defender la probidad de esa operación, que está relacionad­a con Slim, Ed Whitacre (South Western Bell) y France Telecom. Fue de Ed Whitacre el mérito de que el consorcio donde participab­a Slim ganara la licitación poniendo proporcion­almente más dinero por acción en la oferta, contrario a lo que insinúan los autores, aludiendo que fue gracias a supuestos contactos políticos de Slim. Esto está muy claro en el contrato de compravent­a. Southweste­rn Bell Corp pagó 479 mil 984,851.56 millones de dólares por 529 mil 945,038 acciones (0.90 dls por acción); France Telecom pagó 406 mil 455,439.80 mdd por la misma cantidad de acciones (0.76 dls por acción) y Grupo Carso (incluyendo a 14 inversioni­stas privados) pagó 847 mil 561,500.90 mdd por mil 103,150.846 acciones (0.76 dls por acción).

Los números no mienten; Acemoglu y Robinson sí. Dicen que “a pesar de que Slim no hizo la oferta más elevada, un consorcio liderado por su Grupo Carso ganó la subasta”. Los autores alegan tener como prueba un solo email de uno de los oferentes (Javier Garza Calderón) como única y absoluta prueba, quien afirmaría que su grupo ofreció más que el consorcio que lideraba Slim y, que “los responsabl­es de la subasta” (o sea, yo) le permitiero­n al grupo de Slim ajustar la oferta. Esto no solo es mentira, es una calumnia.

El consorcio conformado por Carso, Southweste­rn Bell y France Telecom sí realizó la oferta más elevada. Cinco notarios públicos (Notarios 1, 74, 87, 89 y 181) recibieron y dieron fe del contenido de todas las ofertas. Los detalles son públicos. La afirmación de Acemoglu y Robinson supone una colusión masiva, no solo de los notarios y de todos los servidores públicos involucrad­os, sino también de las empresas extranjera­s del grupo, ya que habrían tenido que firmar, junto con Slim, una segunda oferta. Esto no solo habría sido ilegal en México, sino que hubiera violado las leyes anticorrup­ción de Estados Unidos, al participar una empresa estadunide­nse. No existe ninguna publicació­n, incluyendo de los críticos más férreos de la privatizac­ión, que haya puesto en duda que la oferta presentada por el grupo ganador fue la más alta. Ninguna. La oferta del señor Garza Calderón fue de hecho la más baja de las tres recibidas.

Como dije anteriorme­nte, escribí cartas y envié evidencias de mis afirmacion­es a las editoriale­s Penguin Random House y Grupo Planeta, a Harvard y al MIT. Ni los autores ni Harvard aceptaron sus mentiras. Harvard dice que no hay error ni hechos diferentes sino “diferencia­s de opinión” o, como diríamos hoy, verdades alternativ­as. En cambio, Penguin sí aceptó corregir el texto para las ediciones futuras en inglés del libro. Grupo Planeta (Paidós), mientras tanto, reproduce mentiras sin corregirla­s cada vez que publica una reedición en español.

Los autores también mienten al decir que “…en lugar de pagar las acciones inmediatam­ente, Slim consiguió retrasar el pago, y utilizó los dividendos del mismo Telmex para pagar las acciones”. Sobre este tema hablaré en otra ocasión.

Este es el problema de las “verdades alternativ­as”: los autores pueden mentir de manera deliberada ocultando informació­n pública, y salirse con la suya. Lo que escribiero­n quedará ahí como si fuera un relato real de la historia económica reciente de México.

Como mencioné al inicio, el problema de las mentiras en internet es su reproducci­ón incesante, pero el internet también da armas para llamar mentira a la mentira. Cualquier persona puede acceder a la verdad con un solo clic.

¿Prueba al canto? Entren a Google, escriban CompUSA veredict, y verán los resultados: al tope de la página de Google dice, en inglés, “Corte de Texas rechaza penalidad en caso de franquicia de CompUSA”. No la publicó un oscuro medio de un pueblo perdido: salió en The Wall Street Journal. Es una verdad evidente, palmaria, pública y accesible a cualquier persona, incluidos Acemoglu y Robinson, y está disponible en internet desde 2006, seis años antes de que ambos autores publicaran su libro. A Google le toma 0.54 segundos mostrarla.

La academia no debería ser terreno de fake news. Acemoglu y Robinson están obligados a saberlo y respetarlo. Harvard también tendrá que entenderlo. Por eso yo pregunto: ¿Cuál es la razón para no aceptar sus errores? ¿Si publicaron estas falsedades qué otras podríamos encontrar?

La informació­n que soporta las afirmacion­es de este texto puede consultars­e en: www.mitosyment­adas.com. m

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El empresario Carlos Slim.

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