RELATOS DUROS
Como espacio libre, la literatura resulta idónea para exponer los claroscuros de la vida. Luces y sombras en las que habremos de encontrarnos. En la de Claudina Domingo (Ciudad de México, 1982), apenas comenzada hace unos años con el ejercicio poético y ahora con el libro de relatos Las enemigas, nadie escapa a las sorpresas que dejan la revelación, el reencuentro con una añeja certeza, y el desencanto. Nueve cuentos duros en los que, a la manera revueltiana, difícilmente el lector encontrará certidumbres. Buen principio para el encuentro escritorlector ¿no? Con las compañías del dolor, la pérdida, la inconsciencia. Perturbadoras historias donde hasta la más enigmática de las canciones de José Alfredo Jiménez tiene espacio para volver a confundirnos.
Temperamento: una forma de aparentar que tienes el control de tu vida cuando no es así.
Madre: arañita minúscula que se puede aniquilar de un solo soplo.
Despeñadero: el destino de los sueños.
Nunca, nunca dejes ver a tu enemigo la herida que te ha hecho. Eclipse: el sol arrodillándose. Alzheimer: una enfermedad bien grave con un nombre raro.
Cuando no hay nadie que los contraríe, los muy feos pensamientos crecen, crecen.
No tener madre es una ofensa que debería estar penada.
Un rito… necesita un sacerdote, y un sacerdote… fe.
Si hoy viene la encobijadora, que me lleve serena.
Dar en adopción a un hombre de 65 y a una mujer de 50 una niña de 11 embarazada es algo que solo ocurre en México.
Rodillas: los padres (si es cierta la teoría new age).
Sudar es importante: le recuerda al cuerpo que es sólido y que puede escupir el exceso de agua.
¿Destino de personaje? No tener “quién sueñe con el, quién le tema ni quién le espere”.
Deshilacharse: el fin de todos los tejidos.
¿Libertad? “libre de ganar apenas lo suficiente para vivir, libre de tener las tardes vacías y volver a mi casa, silenciosa y austera, a ser libre en el libro que leo”. Alegría: un insulto para el prójimo. Algo así como correspondencia: “un cuerpo orgulloso necesita un espíritu afín”.
¿La guerra? La guerra del mezcal, del Jack Daniels, del ron Antihumano (Antillano)…, del que produce cruda, no resaca, y que lleva al alcohólico “al drama”. Luego de la cruda (o en este caso, de un día de dolor y postración en la cama), hay un amanecer que es la resurrección.
Gracias: una palabra que nadie buscaría en un diccionario. Una palabra que en otro mundo tuvo algo plumífero.
En “El agua invicta”, relató que como otros la autora recrea en la gran ciudad, una mujer sale de su trabajo y se encuentra con otra, ojos grandes y almendrados, pómulos altos, labios sensuales y mandíbula cuadrada que le da un aire andrógino a su rostro, para resguardarla de las calamidades de su cotidianidad, por los rumbos de la estación del metro Niños Héroes. Envuelta en las suyas, otras calamidades, Dinorah vuelve del trabajo y no la encuentra. Desesperada suplica: necesito hallarla, usted la vio; usted les dijo de mí a ellos; dígame a dónde la llevaron. Le responden: pueden estar en el parque, donde estaba el edificio que se cayó con el temblor. Aunque el lector desconozca a qué temblor se refiere la narración. m