Milenio

SIGMUND FREUD En su visita a esta dimensión, el famoso psicoanali­sta comió pan de muerto y tomó pulque de cempasúchi­l. De paso, se enteró que Guzmán Loera solicitó una revisión psicológic­a porque se siente deprimido y tiene alucinacio­nes auditivas. Este f

- CON AYUDA DE LA BRUJA ZULEMA Y UNA OUIJA

Freud: Pase, tome asiento. Ahí hay una cajita de pañuelos por si necesita. Chapo: ¡Médiuuum! Creo que se equivocó y me comunicó con una hot line del más allá. Bruja: ¡Jijos! Discúlpeme, Chapo, es que antes de usted fui intermedia­ria entre Hugh Hefner y una conejita. Chapo: Entonces así déjele ¿dónde está esa conejita? Freud: No se equivocaro­n, par de zonzos. Sí soy yo y ya comenzó la hora de terapia. ¿Cómo se encuentra, Chapo? Chapo: Usando GPS, Pegasus y los rastros que dejan Kate y Sean Penn. Freud: Me refiero a usted ¿qué le hace creer que necesita ayuda psiquiátri­ca? Chapo: Me he sentido muy despistado, triste, cansado y sin ilusiones. Creo que tengo esa enfermedad del siglo. Estoy deprimido. Freud: ¡Qué barbaridad! La enfermedad de moda, será. Pero, vayamos por partes ¿por qué despistado? Chapo: No lo sé. Mire, para no enloquecer, repaso diferentes datos como los días, los meses, las estaciones y los efectos de los estupefaci­entes por dosis y por penalizaci­ón. Hoy por la mañana hice un conteo del tiempo que llevo aquí ¡y ya no sé si el año empieza en enero o en febrero! ¡Vaya! Pero no es tan grave ¿qué más le ha pasado? Chapo: El otro día en el comedor, me preguntaro­n que cuantas porciones de pan me había comido y dije, “¡una!, no menos, ¡como cinco!” y fui la burla de todo el penal. Freud: ¡Uy, qué menso! Jajaja. Chapo: Ve, por cosas como esas me deprimo.

Freud: Tranquilo, Chapo, lo que usted tiene se puede tratar si me paga una terapia dos veces por semana y nos divertimos con sus anécdotas. Chapo: No solo es la depresión, también tengo delirios de persecució­n, siento que me vigilan todo el tiempo. Freud: ¡No la muele! Luego de ser el capo más buscado, es normal sentirse perseguido. Pero esté tranquilo, ya lo agarraron. Lo peor ya pasó. Chapo: ¿Y qué hago con eso de sentirme vigilado todo el tiempo? Freud: Pues acostumbra­rse, porque sí lo vigilan todo el tiempo. Chapo: ¿Sabe qué, Freud? Usted no me está ayudando en nada. Freud: Cómo no, ahora ya tiene con quién platicar. Chapo: ¿Le puedo contar de Kate? Freud: Órale, suena superinter­esante, pero otro día porque ya se acabó su tiempo y tengo cita con Eduardo Yáñez, si no llego a tiempo cachetea la mesa. ¡Adiós!

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