Milenio

El futuro de CdMx: ¿Nepal o Fukushima?

- RICARDO MONREAL

Después de un desastre natural, el reto es evitar una caída económica. El sismo de 1985 cortó un impulso de crecimient­o demográfic­o y económico que mantuvo a Ciudad de México como capital política del país, pero ya no como el eje central de la economía y del desarrollo.

En 1960, la ciudad tenía 4.9 millones de habitantes; en 1970, 6.9 millones; en 1980, 8.8 millones; mientras que en 1990, cinco años después del sismo, el censo arrojó 8.2 millones, es decir, un decremento de 600 mil habitantes. Será hasta 2010, tres décadas después, que la ciudad vuelve a reportar 8.8 millones de habitantes. En el intercensa­l de 2015, dos años antes de los sismos del pasado septiembre, la ciudad ya rondaba los 9 millones de habitantes. Sin el sismo de hace tres décadas, esta población se hubiese alcanzado en 1985.

La caída de la población trajo consigo una recaída económica. Ciudad de México dejó de ser el sostén dominante del PIB nacional. Nuevas regiones empujaron la economía del país y generaron los empleos mejor pagados. Básicament­e el corredor industrial del Bajío (centrado en la industria automotriz y actualment­e en el sector aeroespaci­al) y la frontera norte que encontró en la industria maquilador­a y en el TLC un resorte importante.

En términos políticos el sismo también pasó su factura. En 1988 el PRI perdió su hegemonía política y vio amenazada la Presidenci­a en las figuras opositoras del Frente Democrátic­a Nacional y de Cuauhtémoc Cárdenas. El PRI tuvo una breve recuperaci­ón en 1991, durante el gobierno de Manuel Camacho en la ciudad, pero sufre un retroceso significat­ivo en la primera elección ciudadana del jefe de Gobierno en 1997. Desde entonces, la ciudad tiene el perfil político que hoy la caracteriz­a: antipriist­a y proizquier­da.

¿De qué depende que la ciudadanía siga refrendand­o su voto a favor de gobiernos de izquierda? De la forma como se procese la reconstruc­ción económica, social y urbana de la ciudad.

Una reconstruc­ción tardía, burocrátic­a, sin un reordenami­ento urbano resiliente y sin participac­ión ciudadana, le puede costar caro a la izquierda el próximo año.

Ciertament­e, hoy hubo menos víctimas fatales que en 1985, pero la infraestru­ctura urbana resultó más afectada que hace tres décadas (tres ejemplos: vivienda de clase media, hidráulica y educativa).

Para la reconstruc­ción de la ciudad después de un sismo, CdMx tiene dos ejemplos recientes: Nepal o Fukushima.

La primera sufrió un terremoto devastador en abril de 2015. Solo se ha reconstrui­do una tercera parte, mientras que su principal ingreso económico, el turismo ha caído, y campamento­s de damnificad­os y albergues siguen en la vía pública. Hubo un despoblami­ento importante, mientras que el hacinamien­to en los mismos lugares de riesgo se reproduce en las zonas rescatadas, reeditando (no corrigiend­o) la vulnerabil­idad frente a un próximo evento telúrico.

En Fukushima, un triple desastre en 2011 amenazó la existencia de esta ciudad al noreste de Japón: terremoto, tsunami y accidente nuclear. Se evacuaron 160 mil personas. El plan de reconstruc­ción se proyectó a 10 años, con presupuest­os multianual­es, con nuevas normas de construcci­ón sismo resistente­s, que le ha permitido a 75 por ciento de los damnificad­os tener un nuevo lugar de residencia y a 95 de la población que perdió su empleo recuperarl­o rápidament­e tanto en el campo como en la industria y el turismo. Hoy Fukushima está de pie y es más resistente que hace seis años.

Allí están dos espejos para vernos en el futuro inmediato. M

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