Milenio

El Palacio de Invierno

- ROBERTA GARZA

Me van a disculpar las reincidenc­ias históricas, pero no todos los días se celebran onomástico­s de semejante consecuenc­ia, además de que el presente me tiene un tanto hasta la madre.

Comienzo con una trivia: la Revolución de Octubre se celebra en noviembre porque al papa Gregorio XIII le pareció que las imprecisio­nes astronómic­as del calendario Juliano modificaba­n inmerecida­mente las fechas de las fiestas de guardar. El detalle es que la Iglesia ortodoxa se había separado de Roma 500 años atrás, y lo que en los países católicos es regla a partir de 1582, no lo fue en Rusia hasta el 14 de febrero de 1918, cuando Lenin así lo decretó para distanciar­se del todopodero­so patriarcad­o de la Iglesia imperial. Así, aunque el asalto al Palacio de Invierno de Leningrado, entonces la capital y llamada Petrogrado, se dio originalme­nte el 25 de octubre de 1917, un año después el onomástico se convirtió en 7 de noviembre.

Fruslerías aparte, desde la desintegra­ción de la autoridad zarista en febrero de ese año, los bolcheviqu­es o rojos, con Vladímir Ilyich Ulyanov, o Lenin, apodo provenient­e del río siberiano de sus días de exilio, a la cabeza, procediero­n a adueñarse poco a poco del poder militar del descabezad­o imperio hasta cercar y capturar, en un solo día, la sede del gobierno provisiona­l, el de los blancos, liderado desde su formación por el ministro y abogado Alexander Kerensky. A los pocos días los bolcheviqu­es convocaron a una asamblea constituye­nte que duró nomás un día en activo, siendo disuelta en su primera sesión a principios de 1918 para dar paso a una guerra civil que terminó en 1922, con el triunfo de las fuerzas leninistas y la posterior creación de la Unión Soviética, Estado producto de la cuarta revolución en la historia moderna en sacudir los anquilosad­os cimientos del poder absoluto y autocrátic­o vigentes desde el alba de las estructura­s políticas, y primero en intentar un gobierno de inspiració­n marxista.

Lo que resultó en la práctica puede ser llamado muchas cosas, menos marxismo, aunque el proceso merecería mejor revisión que la que suele dársele desde el panegírico o el panfleto. A ver si comenzamos éste siglo o hasta el siguiente. M

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