El Palacio de Invierno
Me van a disculpar las reincidencias históricas, pero no todos los días se celebran onomásticos de semejante consecuencia, además de que el presente me tiene un tanto hasta la madre.
Comienzo con una trivia: la Revolución de Octubre se celebra en noviembre porque al papa Gregorio XIII le pareció que las imprecisiones astronómicas del calendario Juliano modificaban inmerecidamente las fechas de las fiestas de guardar. El detalle es que la Iglesia ortodoxa se había separado de Roma 500 años atrás, y lo que en los países católicos es regla a partir de 1582, no lo fue en Rusia hasta el 14 de febrero de 1918, cuando Lenin así lo decretó para distanciarse del todopoderoso patriarcado de la Iglesia imperial. Así, aunque el asalto al Palacio de Invierno de Leningrado, entonces la capital y llamada Petrogrado, se dio originalmente el 25 de octubre de 1917, un año después el onomástico se convirtió en 7 de noviembre.
Fruslerías aparte, desde la desintegración de la autoridad zarista en febrero de ese año, los bolcheviques o rojos, con Vladímir Ilyich Ulyanov, o Lenin, apodo proveniente del río siberiano de sus días de exilio, a la cabeza, procedieron a adueñarse poco a poco del poder militar del descabezado imperio hasta cercar y capturar, en un solo día, la sede del gobierno provisional, el de los blancos, liderado desde su formación por el ministro y abogado Alexander Kerensky. A los pocos días los bolcheviques convocaron a una asamblea constituyente que duró nomás un día en activo, siendo disuelta en su primera sesión a principios de 1918 para dar paso a una guerra civil que terminó en 1922, con el triunfo de las fuerzas leninistas y la posterior creación de la Unión Soviética, Estado producto de la cuarta revolución en la historia moderna en sacudir los anquilosados cimientos del poder absoluto y autocrático vigentes desde el alba de las estructuras políticas, y primero en intentar un gobierno de inspiración marxista.
Lo que resultó en la práctica puede ser llamado muchas cosas, menos marxismo, aunque el proceso merecería mejor revisión que la que suele dársele desde el panegírico o el panfleto. A ver si comenzamos éste siglo o hasta el siguiente. M