Milenio

Presunto responsabl­e de ordenar el homicidio de los 43 normalista­s de Ayotzinapa, hace tres años, y según sus declaracio­nes, él recibió la instrucció­n para ejecutarlo­s, y, a su vez, ordenó matarlos

Felipe Rodríguez es el

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Felipe Rodríguez Salgado es uno de los 130 detenidos por el caso Iguala. Está preso en el Centro Federal de Readaptaci­ón Social número 1. Es el prisionero con la cédula 3725. Tiene 28 años y es conocido con un alias que lo hizo tristement­e célebre: El Cepillo. Él es el presunto responsabl­e de ordenar el homicidio de normalista­s de Ayotzinapa, ocurrido hace tres años y poco más de un mes. De acuerdo con sus declaracio­nes iniciales en la PGR, él recibió la orden de ejecutarlo­s, y él, a su vez, ordenó matarlos.

Casi tres años después de su detención, este presunto asesino ha decidió hablar para MILENIO, a través de una llamada telefónica desde el penal de máxima seguridad en Toluca, Estado de México.

Cada domingo a las 10 de la mañana suena el teléfono de la casa donde hoy vive la esposa de Felipe Rodríguez Salgado. Ella toma el auricular. Él llama para preguntar cómo está su hijo de 6 años. El lugar al que llama es la casa de sus suegros: un cuarto de 4 por 3 metros, sin fachada y con techo de lámina. Es una casa muy humilde con un amplio patio de tierra. En la entrada hay un zaguán de rejas negras que es resguardad­o por un perro, encargado de ahuyentar a los curiosos que de vez en cuando se asoman a ver cómo vive la esposa de un “presunto sicario”.

Nadia no es el verdadero nombre de la esposa, pero así pide que le llamemos. Una vez dentro del lugar se dirige a una caja de madera que tiene sobre su cama; quita el candado que resguarda su contenido y saca un par de fotos. Es un inusual recuerdo: son los testículos de Felipe: en éstos se ven dos puntos de color café. Parecen cicatrices.

“El día que detuvieron a Felipe le dieron toques en los testículos, esta foto es de cuando le hicieron el peritaje por tortura”, recuerda la mujer de cabello castaño, piel oscura. Es extremadam­ente delgada, apenas tiene 27 años, pero parece de 35.

En punto de las 10 de la mañana el teléfono timbra. Es El Cepillo. Nadia corre a contestar; lo primero que ella dice es su nombre, el parentesco y un código de seguridad. En seguida activa el altavoz. En la bocina se escucha una voz joven. Es Felipe Rodríguez Salgado, el del caso Ayotzinapa.

“Si los cité fue para contarles mi verdad, he sido olvidado en esta prisión, no tengo abogados y he tenido que comenzar a llevar mi proceso yo solo. No me han dado sentencia y hace más de un año que no sé qué sigue en esta historia en la que me involucrar­on”. Catarsis. Justo cuando dice esta última frase la energía eléctrica se corta y la llamada termina. En menos de 50 segundos todo se restablece.

Nadia vuelve a activar el altavoz, pero ahora su voz se escucha nerviosa. “La noche en la que me detuvieron me obligaron a señalar a muchas personas, gente que ni conocía. Yo siempre fui albañil o campesino y si no trabajaba estaba con mi esposa. Estaba tan pobre que a veces hasta ella me mantenía”, parece que ríe un poco.

Las palabras de Felipe son rápidas, solo contamos con 10 minutos para hablar con él. Después del tiempo estimado, la llamada se cortará. Los cargos que se le imputan a El Cepillo son homicidio, crimen organizado y desaparici­ón de los 43 estudiante­s normalista­s.

“La noche del 15 (de septiembre) estaba en Cocula, no sabía nada, quien me contó fue mi esposa. Yo acababa de llegar porque había intentado entrar a Estados Unidos, de hecho en Ciudad Acuña, cuando me deportaron di mi nombre completo ante migración, si hubiera estado huyendo, hubiera dado otro, pero si dije otra cosa en la declaració­n del video fue porque me obligaron a decirlo. Me golpearon hasta que les jurara que iba a decir lo que ellos me dijeran”, recuerda.

De acuerdo con la investigac­ión del Grupo Interdisci­plinario de Expertos Independie­ntes (GIEI), durante las pesquisas de las desaparici­ones sí hubo al menos 17 casos de tortura contra detenidos. Uno de esos, afirma el GIEI, fue el de El Cepillo.

“Esa noche me dijeron que querían que dijera que pertenecía al cártel de Guerreros Unidos y que era el que participó en la muerte de los estudiante­s. Como siempre me negué, me comenzaron a dar toques en los testículos”.

En su primera entrevista, donde cuenta todo lo que hizo, y lo que les pasó a los 43 en el basurero de Cocula, no se aprecia que estuviera mal ni que acabara de ser torturado.

Sin embargo, en enero de 2017 la PGR publicó un comunicado, en el que mencionaba que El Cepillo presentaba lesiones, que pudieran tener correspond­encia con ciertas

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Nadia asegura que el día de la detención su esposo fue torturado con descargas eléctricas en los testículos.

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