Milenio

Los lugareños

Todavía tienen miedo luego de los sismos de septiembre pasado; improvisan camas en las banquetas, sus techos son lonas y comen entre el polvo y los escombros

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Han pasado dos meses y siguen durmiendo en la calle. Improvisan camas en las baquetas, sus techos son lonas y comen entre el polvo y los escombros.

En Juchitán, Oaxaca, el sismo del 7 de septiembre les arrebató todo.

Guadalupe permanece en el espacio vacío que quedó después de que en minutos la casa en la que vivió desde niña quedara reducida a polvo. Hoy su cama son tres sillas, una tabla, un par de cobijas y una sábana que simula el techo. Ahí duerme desde hace ya dos meses.

“Yo ahí me quedo, la verdad, inventé mi catre y me cubro del polvo, de la lluvia, y mis nietos ahí acostados en el piso, en colchoneta­s que nos regalaron. De aquí los veo”, contó recostada en su nueva cama que instaló justo afuera del único cuarto que se mantuvo firme en su antigua casa.

Aunque ahí amontonó las pertenenci­as que pudo rescatar, que incluyen dos camas, dice que prefiere dormir afuera, por el miedo a que de noche se registre un nuevo temblor y colapse el cuarto con ella y sus nietos dentro.

“Si con el temblorcit­o que se sintió ayer, me acosté en la hamaca y cuando sentí el movimiento corrí afuera porque ya uno ya tiene mucho miedo”.

Pero ella no es la única. Sus vecinos están exactament­e igual. Silvia, de 68 años, y su hermano, César, de 72, también prefieren dormir en la calle. En parte por miedo, pero también porque de su casa nada quedó.

“Nos desvelamos porque, mira, nosotros preferimos salir a la calle, ahí nos dormimos en la calle, a media calle; ahí nos acostamos debajo del agua, del aire. Pusimos una lona y se rompió”.

En estos dos meses improvisar­on su nueva casa en el pequeño local donde antes del sismo vendían cervezas, lo que les ayudaba a mantenerse y que hoy “ya no funciona porque se acabaron los clientes”.

El hijo de Silvia los abandonó para que sus bebés pudieran tener un techo seguro en la casa de su suegra. El polvo y el frío los comenzó a enfermar. Mientras Silvia y César siguen adaptándos­e a esta nueva vida, con la esperanza de pronto volver a sus vidas cotidianas. Con una casa. A dos meses del sismo en Oaxaca, los afectados recibieron este fin de semana las tarjetas del Fonden con el primer abono de lo que podrán usar para reconstrui­r su hogar.

La casa de la señora Fidelia sigue siendo una montaña de escombros. Sin embargo, ante la euforia que ha generado la llegada del primer dinero para la reconstruc­ción de las viviendas colapsadas, se sumó a las decenas de personas que acudieron a las cinco ferretería­s habilitada­s para aceptar estas tarjetas, con el fin de apartar el material para lo que será su nueva casa.

De acuerdo con la cotización que le hicieron, entre alambre, clavos, un poco de cemento, arena y grava, se gastará los primeros 14 mil 595 pesos. Con lo que le sobró, se compró una pala para ir ella misma removiendo escombros.

Fidelia sueña con su nueva casa. Descalza entre el montón de escombros que se le encajan en las plantas de los pies, ansía por lo menos terminar una barda que limite su casa del exterior.

“Yo lo que quiero es mi casita porque nos quedamos afuera, por eso que se haga la casita hasta donde alcance el dinero, Dios quiera que alcance y se termine, si no, pues les digo que aunque sea el colado, si alcanza para piso pues bueno, y si

Los afectados recibieron el pasado fin de semana las tarjetas del Fonden con el primer abono

no aunque sea de afuera la carita, es lo que yo quiero”.

En las ferretería­s hay una larga lista de espera de afectados que ya comprometi­eron sus primeros 15 mil pesos, pero tienen que esperar hasta una semana para recibir el material.

“Recibimos entre 20 y 50 personas diario. Lo que sí les decimos es que hay lista de espera, porque la gente quiere ya al instante, pero estamos siendo claros en que la demanda es mucha y ahora sí que van por turnos”, dijo Héctor Orozco, propietari­o de Materiales Orozco.

Mientras que los albañiles de Juchitán, de profesión e improvisad­os, son los más cotizados de la región. Decenas de afectados los buscan para contratarl­os.

Como Mario Sánchez, que ayuda desde hace tres semanas, aun sin recibir sueldo.

“A la brevedad venimos a apoyar a la dueña para poder levantar el ánimo, porque esta casita se dañó mucho y la tenemos que reforzar, para que se puedan levantar nuestros paisanos, para que no echemos para atrás. En realidad no venimos por el sueldo, tenemos que ayudar, a lo que venimos es a echar la mano. Es triste que no tienen a dónde ir, cómo se van a salvar del agua, porque ustedes saben que llueve y tenemos que ayudar a nuestros paisanos”.

Aunque está consciente de que fácil no es.

“Es una responsabi­lidad grande porque corre riesgo nuestra vida y también la de toda la gente, por eso es que vamos a seguir adelante, y ¡ánimo Juchitán!”, agregó José Jiménez, que ayuda a su vecina a reparar su vivienda. M

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La señora Fidelia y su presupuest­o para comenzar a levantar su hogar.

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