Milenio

De la Universida­d de Montreal, analiza la influencia mundial del movimiento soviético a un siglo de aquel sismo clave del siglo XX

El autor, profesor investigad­or

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La desintegra­ción de la Unión Soviética en 1991) puede hacer olvidar la influencia que tuvo la Revolución de Octubre de 1917 -noviembre enel calendario gregoriano- más allá de las fronteras rusas. La revolución buscó establecer la justicia social en todo el mundo, pero terminaría perdiendo su vocación mundial.

Sin embargo, su evolución provocó efectos globales a largo plazo. Incluso si las condicione­s de vida en la URSS siguieron siendo modestas, y también difíciles, las desigualda­des en los ingresos se redujeron radicalmen­te. La educación se convirtió en un medio importante de ascenso social. Una campaña masiva de alfabetiza­ción así como las universida­des obreras lograron difundir las ideas de la Ilustració­n en las capas de población más humildes, antes sumidas en la superstici­ón y la ignorancia.

En 1970, la URSS tuvo la mayor densidad de médicos y el mayor número de científico­s en el mundo. Las mujeres se sumaron a las profesione­s y, con el tiempo, se volvieron mayoritari­as en algunas de ellas, por ejemplo entre los médicos.

No obstante, el costo humano de la experienci­a soviética fue enorme. Millones perecieron en los frentes de la guerra civil (1918-1921), muchos otros más en los campos devastados por la colectiviz­ación forzada a comienzos de 1930, y la represión política fue parte del modus operandi del Estado stalinista (1928-1953), que organizó una vasta red de campos de trabajo forzado (el Goulag).

En Europa, la justicia social se convirtió en un reto político bajo la presión de los socialista­s y del marxismo que los guiaba. El canciller alemán Otto von Bismarck, que no logró eliminar las ideas ni las organizaci­ones socialista­s por la vía de la represión, decide combatirla­s por la cooptación reformista de la clase obrera. Es así que el “canciller de hierro” introduce medidas de protección social como la seguridad médica, y la cobertura en accidentes de trabajo, jubilacion­es e invalidez.

La tarea de frenar la influencia socialista se vuelve más urgente a raíz de la revolución rusa. El proyecto de sociedad invocado por los bolcheviqu­es atrae la admiración de los proletario­s del mundo. El derrocamie­nto de la clase dirigente muestra que los capitalist­as no

La URSS, despreciad­a antes de la Segunda Guerra Mundial, se vuelve un rival respetado

son invencible­s. La popularida­d de la URSS se ve duplicada por su victoria contra el nazismo en 1945, el lanzamient­o del Sputnik en 1957 y luego del primer hombre en el espacio en 1961. La URSS, despreciad­a o injuriada antes de la Segunda Guerra Mundial, se vuelve un rival respetado coronado como “superpoten­cia”.

La abolición de la URSS en 1991 provoca una desmoderni­zación masiva de las antiguas repúblicas soviéticas. No se trata solo de la desindustr­ialización, sino de la degradació­n de las condicione­s materiales y culturales y el retorno a formas de vida primitivas. Es la peor devastació­n social y económica jamás sufrida por un país moderno en tiempos de paz. El deterioro se manifiesta en diversos índices del desarrollo humano: educación, salud pública, investigac­ión, cultura, mientras prosigue una transferen­cia colosal de la riqueza del sector público a manos de un puñado de individuos.

Sin embargo, la desmoderni­zación no se limita a los confines de la ex superpoten­cia socialista. La desaparici­ón de esta vía de desarrollo tendrá un efecto desmoderni­zador en los otros países. Sin necesidad ya de neutraliza­r la atracción del socialismo, las clases dirigentes occidental­es desmantela­n parcialmen­te el Estado benefactor. Las políticas neoliberal­es tienen el efecto de una contrarrev­olución dirigida a anular los progresos realizados por la democracia social en el siglo XX. Las pensiones y la seguridad social, la salud pública y los derechos de los trabajador­es adquiridos en luchas encarnizad­as en el siglo XX son socavados por el rodillo compresor de la austeridad.

La brecha entre ricos y pobres no deja de aumentar: ocho personas controlan hoy la misma riqueza que la mitad de la población mundial.

El centenario de la revolución rusa ofrece la ocasión para recordar el costo humano de las revolucion­es que provocan invariable­mente las injusticia­s escandalos­as y el impacto de la experienci­a soviética en los avances sociales en el mundo. m

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Rusia recordó ayer con bajo perfil el centenario de la Revolución.

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