Milenio

Analizan la Revolución rusa en el museo de Trotsky

Hay presentaci­ones de libros, conferenci­as, mesas redondas, ciclo de cine y muestra

- PARTICIPA LEONARDO PADURA DPA/Ciudad de México

La impronta que dejó la Revolución rusa en México será revisada durante noviembre en el Museo Casa de León Trotsky, en CdMx, por especialis­tas y personajes como el escritor cubano Leonardo Padura y el historiado­r peruano Gabriel García Higueras.

Las actividade­s comenzaron la noche del lunes con la apertura de la muestra Rojos: A 100 años de la Revolución rusa, a la que asistieron el nieto de Trotsky, Esteban Volkov Bronstein y Cuauhtémoc Cárdenas. “Gracias a que el presidente Lázaro Cárdenas siguió una política revolucion­aria es que Trotsky pudo tener asilo en este país, cuando todas las puertas, todas las fronteras, se le cerraron en el mundo”, dijo Volkov, que vivía con su abuelo cuando en 1940 fue asesinado en su hogar mexicano, hoy museo.

Tres años antes, el 9 de enero de 1937, un perseguido Lev Davídovich Bronstein, más conocido como Trotsky, había llegado al puerto mexicano de Tampico gracias a la mediación del pintor Diego Rivera, un firme creyente de la doctrina comunista como tantos otros creadores e intelectua­les de la época.

Luego de vivir en la Casa Azul de la pintora Frida Kahlo, el

La exposición exhibe la influencia de los bolcheviqu­es en la cultura mexicana

adversario ideológico de José Stalin se mudó con su mujer y su nieto a una vivienda cercana, donde sería asesinado por el agente español Ramón Mercader.

Para revisar la influencia de la revolución bolcheviqu­e se llevarán a cabo presentaci­ones de libros, ciclos de cine, conferenci­as y mesas redondas.

Mañana se presentará el libro Trotsky en el espejo de la historia, de García Higueras, mientras que el día 11 el británico Alan Woods hará lo mismo con la biografía de Stalin que el líder del Ejército Rojo escribía cuando fue asesinado.

Padura dará el viernes una charla y hará una presentaci­ón de su libro El hombre que amaba a los perros (2011), una novela centrada en la figura de Mercader, el asesino de Trotsky.

La muestra Rojos: A 100 años de la Revolución rusa narra, mediante imágenes, carteles, publicacio­nes, un filme y grabados, la importanci­a de los ideales revolucion­arios y su influencia en la cultura mexicana. m Viajar es muy útil, hace trabajar la imaginació­n. El resto no son sino decepcione­s y fatigas. Nuestro viaje es por entero imaginario. A eso debe su fuerza. Va de la vida a la muerte (...) Es una novela, una simple historia ficticia. Lo dice Littré, que nunca se equivoca. Y, además, que todo el mundo puede hacer igual. Basta con cerrar los ojos.

HLouis-Ferdinand Céline

ay a quienes solo les interesa viajar para continuar viajando: hambriento­s por millas con qué ahorrarse boletos; otros en cambio están interesado­s en detenerse a conocer urbes y culturas. Sin importar qué tan largo o corto sea el viaje de nuestra vida, siempre reincidimo­s con mucha gente y lugares ignorantes de que con el sencillo gesto de querer cruzar las fronteras divisorias entre países, comienzan trayectos fijos o jornadas que no conducen hacia ningún sitio preciso y así uno va poniendo el pie en tierras cuya existencia desconocía y revelan, más que verdades trilladas, lugares hermosos. Desgraciad­amente, “en la actualidad, autores jóvenes han desdeñado los peligros del traslado y las ciudades ajenas se han vuelto la consecuenc­ia de escribir libros y no su impulso”. Pocas cosas interesant­es suceden gozando de comodidade­s.

Por ejemplo, del aeropuerto de Roma puede tomarse un avión hacia Bagdad con alguna aerolínea ucraniana, donde quizás se da la oportunida­d de continuar hasta Bangladesh y, en menos de dos días, podría uno estar en Mongolia para aterrizar luego en Siberia, optando por volar a Calcuta si las aerolíneas soviéticas dieran en otoño promocione­s para viajar en invierno. Partiendo de Paraguay sería factible llegar a Lisboa y así concluir, si se lo desea, un año de viajes: encontrand­o las formas de hacer escalas más largas para visitar diversas ciudades, fotografia­rse en varios sitios históricos, corriendo para llegar al siguiente vuelo quizás a Asia y visitar en menos de 15 días sus 15 capitales más importante­s. Tras recorrer tantos aeropuerto­s ya sabríamos cuáles El viaje, tienen los mejores aseos y las salas de espera con mayores comodidade­s.

Saint-Exupéry volaba un aeroplano de noche y conocía los trayectos como la palma de su mano; en cambio, Verne le dio la vuelta al mundo sin recorrerlo y Kant logró la erudición del sabio viajero con nula necesidad de salir de su pueblo. Entre unos y otros no hay ninguna diferencia, porque estamos viajando todos constantem­ente a través del tiempo: “Lo mejor que puedes hacer, de verdad, cuando estás en este mundo, es salir de él. Loco o no, con miedo o sin él”.

Continuar viajando: temerosos de que Turquía padezca al Estado Islámico, alegres porque Putin no enviará tropas a otras zonas de conflicto, aunque el ex presidente de Cataluña no comparezca ante la justicia de España o viendo las consecuenc­ias de todos los atentados terrorista­s habidos y por haber. Pensar desde dentro, pero proyectar hacia afuera. No podríamos hablar de nada ignorando el mundo, como tampoco puede hablarse de crisis arrinconan­do la poesía. Aunque en realidad nadie sabe realmente a dónde vamos, es cierto que las mentes ágiles dan las respuestas antes de elaborar preguntas, como dictó Oppenheime­r, al igual que un viajero viaja para cambiar no de lugares sino de ideas. m

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de Lorenzo Moya.

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