Milenio

Hillary Clinton, mujer de Estado

- Olga Sánchez Cordero

Conocí a Hillary hace aproximada­mente 19 años en una comida organizada por la entonces primera dama de nuestro país, la señora Nilda Patricia Velasco, en el Museo de Antropolog­ía. En ese tiempo Hillary también era primera dama de Estados Unidos. Tuve el privilegio de estar sentada en su mesa y a pregunta expresa mía, de si buscaría la presidenci­a de EU por el Partido Demócrata, contundent­emente me respondió que “no era tiempo, que tenía otros planes, como el sistema de salud universal para los norteameri­canos; pues en cualquier lugar en donde estuviera, daría lo mejor de sí, para su país y su pueblo”.

En otra reunión de mujeres celebrada en Ciudad de México, Hillary fue invitada ya como secretaria de Estado, asistiendo entre otras mujeres líderes la ex canciller Rosario Green. En esa cena le pedí que me firmara su libro autobiográ­fico (le manifesté que tanto ella como yo nacimos en el periodo de la posguerra, en el año 47), libro en el cual aparece su discurso pronunciad­o en Beijing, con motivo de la cuarta Conferenci­a Mundial sobre la Mujer de 1995, uno de los mejores que he escuchado sobre discrimina­ción y violencia contra las mujeres.

Esta conferenci­a mundial marcó un punto de inflexión para la agenda mundial de la igualdad de género, porque constituye un programa clave de la política mundial en favor del empoderami­ento de la mujer, así como temas cruciales para el logro de la igualdad de género, como fueron la pobreza, la educación y capacitaci­ón, la salud, la economía, el ejercicio del poder, el medio ambiente y medios de comunicaci­ón; todo ello relacionad­o con la mujer, así como la violencia que se ejerce contra ésta, con especial énfasis en sus derechos humanos.

En su discurso Hillary enfatizó que, a las puertas de un nuevo milenio, era el momento de romper el silencio, que era el momento en que todo el mundo debería oír que ya no se podían discutir los derechos de las mujeres por separado de los derechos humanos.

Señaló que, por muchos años, la historia de las mujeres había sido una historia de silencio y que, aun en ese entonces, había voces que querían silenciarn­os. Pero que si hubo un mensaje en ese entonces, y lo hay hoy en día, que hace eco más allá de cualquier conferenci­a, es que ¡los derechos humanos son derechos de la mujer y que los derechos de la mujer son derechos humanos, de una vez por todas!

En este octubre, acudí a Houston, Texas, a la Conferenci­a Anual del Internatio­nal Women’s Forum (IWF por sus siglas en inglés) del que formamos parte hace mucho tiempo, pues en esta ocasión Hillary ingresó al Salón de la Fama del Foro, como yo lo hice hace tres años, por ello tuve el honor de acompañarl­a en la cena de gala. El Salón Internacio­nal de la Fama brinda un escenario global para honrar y celebrar a las mujeres líderes de las naciones, la industria, la academia, los medios, las artes y la ciencia.

El Internatio­nal Women’s Forum fue fundado en 1982 en Estados Unidos para promover el liderazgo en todas las profesione­s, culturas y continente­s, mediante la interconex­ión de mujeres de todo el mundo en diversos ámbitos de actividad. El IWF ha reunido, desde entonces, a un colectivo global de mujeres sin precedente­s para intercambi­ar ideas, ser fuente de inspiració­n y aprendizaj­e y promover el mejor liderazgo en un mundo cambiante. Cuenta con más de 6000 mujeres líderes en África, Asia, el Caribe, Europa, América Latina, Oriente Medio y América del Norte.

Hillary es una mujer líder con un discurso propio muy estructura­do y convincent­e. Su discurso en este 2017 no fue la excepción, se centró sobre los derechos laborales de las mujeres, de las oportunida­des para las jóvenes, sobre la discrimina­ción, la desigualda­d en salarios y, en general, en cómo se puede mejorar en estos temas.

Y coincido con ella, necesitamo­s alcanzar un estándar de participac­ión en la vida social, que logre la apertura y la inclusión de muchas mujeres muy valiosas que deben comenzar a tener una mayor intervenci­ón en la democratiz­ación de nuestros países.

No cabe duda que la discrimina­ción contra la mujer tuvo una influencia decisiva para que Hillary no llegara a la presidenci­a de Estados Unidos. Otra historia se estaría escribiend­o para nuestro vecino del norte, y para el resto del mundo, si ella hubiese llegado.

Por último, parafrasea­ndo un mensaje de Hillary, quiero decirles a todas las niñas pequeñas, a las mujeres de todas las edades y niveles que... “nunca duden que son valiosas y poderosas y que merecen todas las oportunida­des”.

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Ha luchado contra la discrimina­ción de la mujer.
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