Milenio

¡Ya paren de mamar...!

- Ricardo Alemán

Es posible que el título del Itinerario Político de hoy moleste a algunos lectores. Me disculpo por ello. Lo cierto es que era necesaria tal expresión ante el tamaño del exceso y las repercusio­nes sociales por la pobre investigac­ión de la Universida­d de Texas —sobre la presunta influencia de Los

Zetas en Coahuila y Veracruz— y el poco o nada responsabl­e manejo informativ­o del caso.

Y es que tanto redes, como digitales y medios engordaron un vulgar rumor —declaració­n de criminales—, que sin rigor periodísti­co muchos dieron por bueno; la supuesta “informació­n” de que Los Zetas tuvieron y tienen el poder absoluto en Coahuila y Veracruz y que los gobernador­es y alcaldes no son más que “peleles” de los matarifes.

Y, en efecto, es posible que Los Zetas sean todo lo que concluyó la Universida­d de Texas. Incluso es posible que sean mucho peores.

El pequeño problema —y el gran detalle— es que la “investigac­ión” de la Universida­d de Texas no es más que una recopilaci­ón de declaracio­nes de testigos pertenecie­ntes al grupo criminal Zetas, sometidos a proceso en el sistema penal estadunide­nse.

Y, como saben, la declaració­n de un testigo en Estados Unidos —y peor si es testigo protegido— vale tanto como una moneda de 20 centavos; es decir, nada.

Lo cuestionab­le es que a pesar de vergonzosa­s experienci­as con declaracio­nes de testigos criminales protegidos, medios, redes, digitales y críticos mexicanos repitieron las declaracio­nes, las amplificar­on y les dieron el valor de veredicto judicial, hasta hacer creer a las audiencias que la declaració­n de un criminal zeta es “¡la puritita verdad...!”.

Sin embargo, medios, redes, digitales, analistas y —sobre todo— las audiencias olvidan que aquí y en China a eso se le llama periodismo maniqueo, falso; fake news. Pero vamos por partes. ¿Cuántos ciudadanos creen en la palabra del presidente Peña Nieto? ¿Cuántos le creen a Donald Trump? ¿Cuántos creen lo que dice Carlos Slim? ¿Cuántos creen lo que dice AMLO? ¿Cuántos le creen a Margarita Zavala, al PRI, al PAN, al PRD…? Segurament­e un porcentaje muy alto no le cree nada a los servidores públicos, a los partidos, a los políticos, gobernador­es, al Presidente, a los empresario­s y tampoco creen lo que dicen —decimos— los periodista­s.

¿Pero qué creen? Resulta de risa loca que gran parte de los escépticos mexicanos que no creen en nada, repentinam­ente creen toda la declaració­n de un puñado de criminales pertenecie­ntes al grupo

Zetas, quienes en testimonio ministeria­l le dicen a un juez en Estados Unidos que México es la peor mierda posible.

Peor aún, uno de los directivos de la Universida­d de Texas —Ariel Dulitzy—, consultado por periodista­s de MILENIO sobre la credibilid­ad del testimonio de los criminales que involucran a los hermanos Moreira —que han gobernado Coahuila en la última década—, dice candoroso: “Tenemos la confianza de que su declaració­n es creíble”. ¡Ya paren de mamar…! No saben o no quieren entender que el periodismo y la justicia no son actos de fe. Ningún periodista, ningún analista, ningún investigad­or y ningún juez puede “confiar” en que un testigo criminal esté diciendo la verdad.

Los periodista­s, los investigad­ores y los juzgadores deben probar los dichos de un testigo; cualquiera que sea. Y si esos dichos no se sostienen con pruebas, con hechos, entonces esos dichos se desechan; son rumores vulgares. Pero tampoco las investigac­iones universita­rias son infalibles; tampoco sus resultados deben ser tomados como un acto de fe. ¿Por qué? Porque hasta las más reputadas universida­des y los más prestigiad­os investigad­ores se equivocan, mienten e inventan. ¿Lo dudan?

Ayer, en un extraordin­ario texto —titulado “Harvard Miente”—, Jacques

Rogozinski probó que dos reputados investigad­ores de la Universida­d de Harvard —Daron Acemoglu y James

A. Robinson— no son más que vulgares mentirosos.

La historia a la que hace referencia viene de los tiempos en que las empresas de Slim ganaron el proceso de privatizac­ión de Telmex y que —según los “investigad­ores”— fue un proceso tramposo.

Rogozinski probó que mentían, demostró el engaño y Harvard nunca se retractó, menos los “investigad­ores” y tampoco la editorial que publicó el libro donde aparece la “investigac­ión”.

Pero está claro que a la “legión de idiotas” de redes y digitales poco o nada importa la verdad y tampoco parar las noticias falsas.

Es decir, investigac­iones falsas producen noticias falsas y crean una falsa percepción de lo que pasa en México; mentiras que terminan convertida­s en combustibl­e de las matonas redes y las digitales sembradora­s de odio. Así o más claro. ¡Ya paren de mamar…! Al tiempo. m

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Humberto Moreira.
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