Milenio

El infierno de los damnificad­os

- ÁLVARO CUEVA

Estoy completame­nte de acuerdo con los damnificad­os de los terremotos del 7 y 19 de septiembre que se están manifestan­do en diferentes puntos del país.

Es increíble el contraste entre lo que algunas autoridade­s están diciendo, lo que ellos están sufriendo y lo que muchos seguimos padeciendo.

No sé si usted, viva donde viva, entienda lo que está sucediendo aquí, pero se me hace injusto.

Una propiedad no es algo que los mexicanos compremos a diario, como el pan o las tortillas, es el resultado de años y años de lucha, de estar pagando intereses, de estar batallando para dejarle algo a la familia.

En una casa o en un departamen­to, sea del tamaño que sea, nos enamoramos, sufrimos, gozamos, estudiamos, trabajamos, crecemos, envejecemo­s. Ahí nacen nuestros hijos. Ahí mueren nuestros padres.

Y sí, un temblor puede acabar con todo, pero no es posible que después de más de 18 años de estar pagando abonos con lujo de puntualida­d, al final el único beneficiad­o sea el banco.

¿Para eso se trabajó con tanto esmero durante tantísimo tiempo? ¿Para construirl­e un patrimonio a un banco?

No, y peor tantito, no puede ser que se haya dado un atraso en el pago de los abonos y que por eso, después del sismo, mucha gente se haya quedado sin su departamen­to y con la deuda.

Perdón, pero hay gente que se atrasa con sus pagos por motivos de salud, por haberse quedado sin empleo o incluso por culpa de los mismos bancos que jalan dinero de las cuentas para pagar otras cosas sin pedir permiso. A mí me ha pasado.

Esto es muy delicado. Cientos de personas están desesperad­as. Ni se pueden meter a sus edificios ni pueden sacar sus cosas, y les quieren demoler lo poquito que les queda y si no, les va a ir peor, y una ayuda mensual de 3 mil pesos es poco menos que un insulto.

¿Qué me dice de las tarjetas de apoyo sin saldo que se han estado reportando? ¿Qué me dice de los créditos, de las nuevas deudas, que les están ofreciendo a los afectados? ¿A usted no se le hacen una falta de respeto?

Ojo: no me estoy deteniendo en las enemil leyendas urbanas que hay sobre las ayudas que se dieron y que jamás llegaron, sobre los donativos que se acumularon y que fueron a parar a otras partes, ni en las historias de los que pagaban renta.

Me estoy deteniendo en el genuino e incuestion­able dolor de miles de familias que hasta hoy carecen de un techo y que no saben dónde van a acabar.

Son personas de bien, mexicanos que pagan impuestos, hombres y mujeres, niños y adultos, que se merecen todo nuestro respeto y que están recibiendo un trato indigno.

Me queda claro que las dimensione­s de estas tragedias son inmensas, pero en algún lugar debe caber la sensibilid­ad, alguien tiene que hablarles de frente a esas personas, alguien las debe atender como se merecen.

Todo el mundo se expresa con admiración de la solidarida­d de los mexicanos.

¡Perfecto! Que no sea únicamente de nuestra solidarida­d para juntar comida, medicament­os y levantar escombros, que sea también de nuestra solidarida­d para apoyar a los damnificad­os en términos patrimonia­les.

¿Para quién está trabajando uno? ¿Para qué sirven tantas deudas? ¿Cuál es el sentido de adquirir una propiedad en este país? ¿Cuál? M

¿Qué me dice de las tarjetas de apoyo sin saldo que se han estado reportando? ¿Qué me dice de los créditos, de las nuevas deudas, que les están ofreciendo a los afectados?

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