Milenio

Próximo miércoles será reconocida con el Grammy a la Excelencia, habla de “las piedritas” que ha superado para seguir vigente, de la madurez que ha alcanzado y de la felicidad que le da ser abuela

Guadalupe Pineda, quien el

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Después de saludar, Guadalupe Pineda se sienta frente a su escritorio, a sus espaldas hay varias imágenes de ella en distintos escenarios o recibiendo premios que sustentan la historia que ha hecho en la música; enfrente además de la cámara, puede ver el cielo soleado y transparen­te que hace juego perfecto con su feliz semblante. Aunque de entrada confiesa que “está nerviosa” ante la experienci­a que vivirá el próximo miércoles cuando La Academia Latina de la Grabación, que preside Gabriel Abaroa, le entregue el premio a la Excelencia.

“Estoy muy contenta, puedo decir que lo recibo en uno de los mejores momentos de mi vida con una gran plenitud, con una gran madurez, con la sabiduría y gratitud que te van dando los años y el camino recorrido; pero también debo decir que estoy nerviosa por lo que va a pasar en esa ceremonia. ¿Qué estabas haciendo cuando te llegó la noticia? Estaba aquí, en mi oficina, trabajando, contestand­o algunos mails, llamadas telefónica­s; y de pronto me llegó una llamada de Gabriel Abaroa, que es el director de la Academia Latina de la Grabación, y me dijo que había sido votada para recibir el premio a la Excelencia. Entonces, brinqué de alegría, de emoción, medio lloré, lloré tantito, porque estaba muy contenta. Sabes qué, que cuando trabajas, no piensas ni en los reconocimi­entos, ni en lo que vas a ganar; es muy bonito sentir las cosas por pasión, porque lo haces con amor, con gusto, con cariño. Entonces, bueno, me puse muy contenta. Una vez que recibiste la noticia, ¿pensaste en el camino andado, los éxitos, los fracasos y la forma como has superado todo lo que has vivido? No, no ha sido fácil. Fueron muchos años de mucho esfuerzo, de tocar puertas, de llevar mi casete con mi guitarrita, tocando a una disquera; y que la disquera lo oyera y que dijera: ‘Pues sí me gusta, tu voz es muy bonita, pero tu género musical, la trova, pues no. Aquí no. Si quieres con mucho gusto te contratamo­s, pero te cambiamos el look. Y vas a cantar, esto y esto otro’. “Perseverar, decir que no a esas oportunida­des que se abrían, alternativ­as de buscar otro género musical, no fue fácil. Incluso vinieron también de gente de buena fe, como mi tío, Antonio Aguilar, quien un día me dijo: ‘Mija, déjese de cosas, véngase a cantar ranchero, y va a ver que le va a ir bien’.

“Pero yo tenía un sueño y era una mujer con conciencia política y social; y quería seguir en lo mío. Me costó más trabajo, tocar más puertas, 10 años, pero llegó, llegó el momento, por eso es una gran satisfacci­ón recibir este premio (El Grammy a la Excelencia), sin haber cambiado, sin haber transigido en lo que yo quería hacer, seguir cantando como he cantando, con la intuición de cantar arias de ópera, boleros o rancheras, porque lo traigo en la sangre; o de componer, porque me gusta componer y es una gran satisfacci­ón que me lo reconozcan en este momento de mi vida. Este reconocimi­ento es a la excelencia, ¿cómo la logras? La excelencia se logra cuando tú, primero, te respetas a ti mismo; porque si tú te respetas, el público recibe de igual manera las cosas; cuando tú eres honesto con lo que cantas, cuando te paras en un escenario y cantas lo que cantas, y te mueves como te mueves, y haces los errores y los aciertos, pero siendo leal a ti mismo; la gente lo reconoce. Y tratar de aportar, de ser alguien que esté continuame­nte haciendo cosas diferentes, curioseand­o, mantener tu trayectori­a sin transigir, creo que es un buen camino. Ese premio a la excelencia no es solamente para aquellos que han aportado o hecho contribuci­ón importante a la música, sino también a la honestidad”. En el camino andado te ha tocado ser testigo de la transforma­ción de la industria musical y, con ella, de los cambios que a veces no favorecen, ¿cómo los has sorteado? He brincado de todo, piedritas y piedrotas, ha habido de todo, pero eso es en todas las carreras, en todas las vidas, seas mesero, secretaria, cantante, actor; eso es parte de la vida y es lo que te da esa maravilla de imperfecci­ón que hace perfecto el camino, porque si solamente tuvieras éxito, no sabrías el sabor de lo ácido, de la sal, del problema que te hace valorar más tus éxitos.

“En mi carrera ha habido esos momentos de lucha, de tristezas. No sé si fracasos, porque yo no le puedo llamar fracaso a que cuando yo comenzaba a cantar, no iba la gente a verme a las peñas, o iban dos o 10 personas cuando mucho; pero eso es parte de mi vida, de lo que tenía que aprender para llegar a aquilatar lo que soy. Entonces, esas piedras o piedrotas han enriquecid­o mi camino. Y yo creo que más se enriquece uno de los sinsabores, que de las cosas positivas.

“Y he sobrevivid­o a los cambios porque sigo cantando, sigo empeñada en seguir con mi voz, con mi canto; he sido una terca con lo que hago, proponiénd­ole a las casas disqueras lo que yo soy, lo que quiero cantar. No cejando en el camino, no dejándote ganar las batallas. A veces pierdes una batalla, pero no la guerra. Y cuál es la guerra que no pierdes. Bueno, pues que sigo vigente. Que no fui una moda. No hay nada más peligroso que ser una moda. Ser una moda es ser algo pasajero; en cambio, mantenerte vigente te da la oportunida­d de seguir en tu camino mostrando y convirtién­dote en un clásico; y para mí lo más importante es mantenerme siendo un clásico. Ya no se venden los mismos discos, es cierto, esos discos grandotes, los long plays…, fíjate a mí por la canción de “Yolanda” o “Te amo”, como también se le conoce al tema de Pablo Milanés, me dieron Disco de Oro por un millón de copias. Ahora un Disco de Oro creo que son 15 mil, o sea ha cambiado mucho la industria. Las disqueras apenas están viviendo, ahora se vende más el producto digital que el físico. Solamente pocos siguen con esa cosa, un poco fetichista, de tocar el cd y abrir el librito y tenerlo ahí guardado en su cómoda”. ¿Tienes canciones consentida­s? Sí, “Yolanda” es una de ellas, “Coincidir”, “Cómo fue”, “Gracias a la vida”, son canciones que de plano llevo metidas en la piel, que el público no perdona que no se las cante. Además de cantar, de subirte a un escenario, ¿qué más disfrutas en la vida, qué te hace feliz? Me gusta mucho leer, ir al buen cine, siempre fui cinéfila, desde los festivales del cine Roble, ahí en Reforma, el cine de Akira Kurosawa, me gusta hacer ejercicio y me gusta mucho mi casa, quizá porque no he viajado tanto.

“Me gustan los aeropuerto­s. Soy rata de aeropuerto, me gusta llegar con horas de anticipaci­ón, estar ahí, será que viajo desde hace muchos años”. El Premio a la Excelencia te lo entregarán el próximo miércoles y será un instante breve, pero ¿cómo lo has vivido a partir de la llamada de Gabriel Abaroa? Primero, lo estoy gozando con una actitud de agradecimi­ento, en los últimos meses han pasado muchas cosas en lo personal; mi mamá estuvo muy grave, en mayo cuando yo estaba cantando en el Lunario, ella estaba grave, muriéndose en el hospital. Canté con una lágrima en la garganta, fue muy difícil, pero mi mamá salió adelante; y por eso estoy con una gran gratitud, porque también estoy entendiend­o que está llegando su final.

“Yo no lo quería entender, cumplió 90 años, bendito sea Dios, pero está llegando su final, entonces me cayeron muchos veintes, de que la vida... la muerte es natural, y este premio me llega en un momento de plenitud, de madurez, tengo dos nietos hermosos que se me cae la baba por ellos.

“Eso que dicen: ‘Tienes que ser abuelo, para que entiendas lo que representa serlo’ es cierto, es un regalo muy especial. Los hijos son maravillos­os, pero ser abuelo es muy bonito; entonces, aunque recibiré el premio será hasta el próximo miércoles y todo será un momentito, ya lo estoy recibiendo con plenitud, con madurez, con alegría, ya lo estoy saboreando.

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Sigue empeñada en cantar lo que le gusta.

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