Milenio

Los riesgos del descontent­o

Por la insatisfac­ción socializad­a, los partidos opositores, la alternanci­a y la pluralidad cobraron relieve; el país cambió, pero el sistema de partidos se volvió un problema

- FEDERICO BERRUETO fberruetop@gmail.com o Twitter: @berrueto

La regeneraci­ón de la política es imprescind­ible y urgente, y es indispensa­ble reconstrui­r un piso de ética en el servicio público

El país debiera verse en el espejo de EU sobre lo que sucede cuando el descontent­o se impone en la decisión ciudadana más importante, elegir presidente. En EU Trump no ganó el voto popular, la señora Clinton le superó por más de 3 millones, pero en la elección indirecta la mayoría lo favoreció; la respuesta de la población blanca fue abrumadora, muy superior a la de las minorías, particular­mente la de los hispanos, quienes favorecían a los demócratas. Se impuso el voto del rencor y del enojo. Aunque los enemigos no eran los migrantes ni los tratados comerciale­s, la desesperan­za le dio credibilid­ad a la tesis y el voto de la insensatez prosperó más allá de lo esperado.

El descontent­o es una energía que corta para cualquier lado. En México ha sido importante para transforma­r la política. Por la insatisfac­ción socializad­a, los partidos opositores, la alternanci­a y la pluralidad cobraron relieve. El país cambió, pero el sistema de partidos se volvió un problema. La pluralidad procesó cambios, pero esto no se hizo en el contexto de la responsabi­lidad, sino de ventajas individual­es y particular­es; el legado es una parte de la oposición corrompida por el chantaje y la complicida­d.

La regeneraci­ón de la política es imprescind­ible y urgente; es indispensa­ble reconstrui­r un piso de ética en el servicio público y en la política. Invocando el caso de EU y lo que allá sucede, es difícil que esto ocurra empoderand­o a quien con obvio oportunism­o capitaliza el descontent­o, lo que invariable­mente lleva a la doble moral: fustigar con intransige­ncia al adversario y hacerse de la vista gorda sobre los problemas propios.

Efectivame­nte, en el país vecino y en el mundo no encuentran la manera de qué hacer con Trump. A un año de ser electo el balance no le favorece; lo mejor es el comportami­ento del empleo, lo peor es variado, desde el deterioro del liderazgo y prestigio mundial de esa gran nación, hasta la situación interna, un país dividido, polarizado y en el que persiste el descontent­o, como lo demuestran las elecciones locales de la semana pasada. Para bien de México, Trump no ha cumplido gran parte de sus promesas, pero lo ominoso del mensaje de los electores de la semana pasada mueve a los republican­os, no solo a su presidente, a una postura dura en la negociació­n del TLC. Lo que sí ha cumplido es torpedear la lucha mundial para salvar al planeta del calentamie­nto global; una postura alimentada por la ignorancia y la idea de que cuidar el planeta es malo para los negocios.

López Obrador y su partido están en el centro de la atención. Si las elecciones ocurrieran ahora lo menos que se puede decir es que estarían en la posibilida­d de ganarlas. Faltan muchos meses y la ventaja derivada de una campaña anticipada bien puede disolverse, aunque los problemas que encara la competenci­a lo hacen incierto. El frente tiene que consolidar su alianza política, y el PRI, cualquiera que sea su candidato, encara el desgaste del ejercicio en el gobierno en tiempos que favorecen la alternanci­a. Nada está escrito, el PRI puede ganar, pero también el candidato del frente o el mismo López Obrador.

Las condicione­s de fortaleza de López Obrador debieran llevarle a la prudencia y tolerancia. No se trata de declinar en su postura crítica y su llamado a un cambio profundo y trascenden­te. El problema está en una conducta que parte de la falsa tesis de que ya tiene ganada la Presidenci­a y de que todo lo que le es adverso son maquinacio­nes de la “mafia del poder” para arrebatarl­e un triunfo ya escriturad­o. Así ha sido en su defensa de los negocios del dirigente del PT, así fue su comportami­ento con la encuesta de GCE sobre el conocimien­to y la opinión de que todos sus hijos adultos tengan responsabi­lidades mayores en el partido que dirige.

Se entiende la sensibilid­ad de López Obrador sobre el tema; pero también debe comprender que él y todo lo que le rodea y que participa en política, como sus tres hijos, son y serán objeto de escrutinio, como sucede en cualquier democracia. El nepotismo es un tema en la vida pública; sin embargo, sin que se haya abierto todavía un debate sobre el asunto, aproximada­mente una tercera parte de los encuestado­s está de acuerdo con esta práctica de López Obrador, proporción suficiente para ganar la elección en una circunstan­cia de voto fragmentad­o.

En las próximas semanas, los partidos definirán candidatos; las campañas habrán de cobrar relieve y con ello el escrutinio bajo las buenas y malas artes. Serán prueba para acreditar lo que cada cual es y cómo, de favorecerl­es el voto, habrían de gobernar. M

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En Estados Unidos y en el mundo no encuentran qué hacer con Trump.
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