Todos al despeñadero, de la mano de Trump
Trump no surgió de la nada sino que su advenimiento resulta de una realidad tan comprobable como deprimente. ¿Cuál? La de que sus seguidores existen, millones de ellos, como representantes directísimos de la intolerancia, el racismo y el nacionalismo más primario.
Esa gente está ahí, querámoslo o no. Nuestras condenaciones se dirigen hacia su más visible representante pero, al enjuiciarlo a él, estamos también enfrentando a quienes no sólo lo aceptan de corazón sino que aprueban alegremente sus insolencias y sus desplantes. La esperanza de que estos incondicionales seguidores terminen por arrepentirse amargamente de haberlo elegido no es tampoco señal de un futuro mejor: cuando eso ocurra, la devastación habrá alcanzado tales dimensiones que no habrá absolutamente nada que celebrar.
En algún momento llegué a pensar que, mientras a peor fueran las cosas, mejor sería el desenlace porque todo quedaría ya bien claro. O sea, los pecados dichos por su nombre, las mentiras expuestas en su desnudo descomedimiento, los engaños desmontados y las quimeras desbaratadas. Pero, ese postrero triunfo de la verdad tendrá lugar en un campo de ruinas, en unos territorios arrasados por la imbecilidad y la dureza de las almas crueles.
No es cierto que el mundo no se acaba: miren ustedes las imágenes de Berlín luego de la Segunda Guerra Mundial, o las de Hiroshima tras la monstruosa explosión de la bomba atómica, o las de las palas mecánicas enterrando cadáveres en los campos de concentración, o las de los niños huyendo de una aldea bombardeada con napalm en Vietnam. Para las víctimas, ahí estuvo el fin de todo, no hubo futuro ni ninguna otra oportunidad.
Naturalmente, Trump no nos llevará a una ominosa hecatombe. O, por lo menos, esperamos que no desate una guerra atómica en la península de Corea. Los daños de la impiedad, sin embargo, ya los padecen los inmigrantes ilegales; la ignorancia del personaje, aderezada de tozudez e impulsividad, amenaza también con perjudicar directamente a nuestro país; las torpes políticas proteccionistas desatarán al final una crisis económica global… En fin, a un año de que ganara las elecciones, el sujeto sigue ahí, ovacionado por unos seguidores perfectamente dispuestos a dispararse a los pies. ¡Qué caras resultan las lecciones de la Historia! M