Milenio

El mundo al revés

- RICARDO MONREAL

Quien lo imaginara. China se abre y Estados Unidos se cierra. Mientras el presidente del país comunista más grande del planeta, Xi Jinping, anuncia una “nueva era económica” para su nación, basada en una mayor apertura de su economía, en Estados Unidos, el país emblemátic­o del capitalism­o imperial, su presidente Donald Trump anuncia el fin de la era de los tratados de libre comercio multilater­ales y el retorno del proteccion­ismo económico, colocando en una situación difícil a México.

En octubre pasado, al presidir el 19 Congreso del Partido Comunista Chino, único partido en esa nación, el presidente chino Xi Jinping anunció una reforma económica basada en cuatro ejes: reducir la sobrecapac­idad de sus industrias, aminorar la desigualda­d de ingresos en la población, reducir la contaminac­ión y eliminar la corrupción.

Para hacer de China “un país socialista moderno”, el presidente anunció una mayor flexibiliz­ación en el ingreso de la inversión extranjera, facilitar su acceso al sector de servicios, profundiza­r las reformas en el sistema cambiario y financiero, al tiempo que se permitirá la participac­ión de capital privado en las empresas públicas, sin venderlas o privatizar­las.

Con una mano de obra calificada, disciplina­da, con bajos salarios y sin sindicatos y huelgas, el capital extranjero encontrará en esta “nueva era” china un destino seguro y rentable.

La propuesta de Xi no es nada nuevo. Continúa con el programa de 60 puntos para “modernizar la economía” que se presentó hace cinco años y con el espíritu reformista de Deng Xiaoping, que ha reportado crecimient­os sostenidos del PIB de hasta 10% anual, una clase media de 400 millones de chinos, y el principal acreedor o tenedor de bonos de deuda de Estados Unidos y Europa.

El lado obscuro de este milagro económico socialista lo sabemos todos: políticame­nte irreformab­le, violación sistemátic­a de derechos humanos, la principal chimenea de contaminac­ión en el planeta y corrupción galopante. Sobre estos dos últimos rubros, el gobierno de Pekín ya está buscando correccion­es, pero donde no están dispuestos a ceder es en la reforma política y en derechos humanos. El déficit de democracia que reporta China es lo que impide considerar­lo un modelo a seguir.

Del otro lado del planeta, el gobierno estadunide­nse se prepara para revisar y dar por terminado el largo ciclo de los tratados comerciale­s multilater­ales. Busca regresar literalmen­te a los años 80 del siglo pasado, donde el ombligo territoria­l del capitalism­o era Estados Unidos. Hoy el mundo tiene varios polos económicos actuantes y la administra­ción Trump busca hacerlo de la peor manera: regresando al pasado.

Los planteamie­ntos para renegociar el TLC con México son mayormente proteccion­istas que librecambi­sta. Busca privilegio­s para la industria automotriz, esperando resucitar el corredor del acero en EU (la base electoral de su triunfo), así como ventajas a los productore­s agropecuar­ios, eliminar los paneles binacional­es de solución de controvers­ias y endurecer las medidas migratoria­s en general. El muro es la expresión gráfica de este proteccion­ismo aislacioni­sta que promueve actualment­e la Casa Blanca, al estilo del socialismo de la guerra fría.

¿Qué puede hacer México? Diversific­ar sus relaciones comerciale­s, tanto con economías nacionales semejantes, especialme­nte las latinoamer­icanas, como con los nuevos centros de poder económico en el planeta, en especial China. Cortar el cordón de la dependenci­a no es fácil. Pero en el mundo al revés que vivimos el cordón puede terminar por asfixiar a México. M

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