Milenio

Maciel y sus paraísos

- ROBERTA GARZA

Lo enterraron en 2008 como a un santo, a pesar de que los directivos confirmaro­n después que sabían desde 2006 —mi apuesta es que desde mucho antes— de sus crímenes, que ellos llaman pecados. Las evidencias no hacen mella en quienes siguen clamando que se deje el asunto por la paz, que la grandeza de la obra rebasa las debilidade­s de su fundador, como si violar niños fuera quítame estas pajas.

Falta ver cómo justifican ahora el fraude fiscal y la longeva y calculada estafa a sus benefactor­es: hoy sabemos que, al menos desde 1992, cuando sus hijos biológicos comenzaban a crecer, sus hijos espiritual­es le construyer­on a Nuestro Padre un andamiaje financiero con el propósito de evitar pagar impuestos sobre los cientos de millones de dólares anuales recabados por unas escuelas que justifican su pobre nivel académico al amparo de una educación fundada en los valores —digamos, en los valores netos de las familias de sus pupilos— y, sobre todo, proporcion­arle al guía eficaz para la juventud, como lo llamó San Juan Pablo II, una caja chica de donde costear sus placeres prohibidos con discreción. Los lo hizo solo.

Los signatario­s de sus paraísos fiscales fueron y son sus cómplices, facilitado­res activos de una larga e impenitent­e carrera delictiva que incluye pederastia, consumo ilegal de opiáceos, defraudaci­ón fiscal, sobornos a altos jerarcas vaticanos y estafa a sus donadores, entre otros. Las estructura­s reveladas explican cómo pudo Maciel desviar, por décadas, cantidades nada despreciab­les de los bienes de la orden —pedidos, recibidos y etiquetado­s para buenas y cristianas obras— para comprar y mantener los dos pisos madrileños de Norma Baños, la casa en México de Blanca Lara y el patrimonio, aún desconocid­o, de una tercera familia en Europa, además de su afición por los trajes finos, las vacaciones de lujo, la morfina y, sobre todo, la impunidad.

Yo sigo esperando que alguien me entregue cuentas de los muchos bienes que de buena fe les entregó mi padre, y del anillo que mi madre le dio a Maciel en la mano cuando ella enviudó. Voy a rezarle a Nuestro Padre para que el Niño Dios me traiga de Navidad un abogado serio y con suficiente­s tanates. M Paradise Papers dejan claro que no

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico