Cambiar, no reconstruir
Al igual que hace 32 años, el sismo abrió las condiciones para cambiar. En lo cultural, lo político, lo económico y del papel de Ciudad de México, el terremoto y sus consecuencias plantean ir más allá de la reconstrucción material.
La conciencia sobre la vulnerabilidad, nuestra civilidad, concepto de lo comunitario, las relaciones gobierno y sociedad tensan la estructura y exponen con claridad el retraso de las instituciones respecto a las expectativas que hoy se manifiestan de manera diversa en Ciudad de México, y específicamente en las zonas afectadas por los sismos del 7 y 19 de septiembre.
Si bien el gobierno de la ciudad hoy trata de comunicar medidas de reconstrucción y nombró un “comisionado” para el efecto, sus reflejos son tardíos y muy inferiores a las medidas que se tomaron hace 32 años.
La negativa del gobierno actual a centralizar las acciones en un programa con amplias facultades está a la vista. Al gobierno actual, encapsulado por las muchas malas acciones que los aislaron de la misma base social y política que lo eligió, ha desembocado en profundos vacíos y hasta da una idea de ingobernabilidad.
La polarización a mordidas entre PRD y Morena, como las principales fuerzas gobernantes, crea condiciones para que los sectores más conservadores sueñen con el retroceso en todos los órdenes y reivindiquen abiertamente la necesidad de un régimen autoritario.
Entre los telones del espectáculo con aliento de ingobernabilidad, las pugnas ponen al descubierto la crisis en general del sistema de partidos, la transparencia de los procesos electorales que se avecinan y el callejón sin salida de lo que se buscó como una alternativa independiente, que más allá de las posibilidades de estar en la boleta electoral, en el fondo se anula y compite, no contra los partidos, sino contra los mismos candidatos independientes.
La tarea es unificar, pero esto solo es posible desde lo programático, lo conceptual y elevando el nivel del debate nacional. El tema no es fácil, pues la descomposición está muy avanzada y pareciera que no existe salida.
El sismo y la crisis trajeron también aire nuevo, movilización y actitud de nuevos contingentes. Las generaciones se mezclaron, los sectores se vieron a la cara y se están preguntando hacia dónde caminar.
Esto en sí trajo nuevas prácticas y está ahí en el imaginario colectivo en espera de politizarse y hacerse presente.
Los sismos nuevamente nos han puesto en la ruta de cambiar y eso no lo podrá parar nadie, como en 1985. M