Donde el cronista desvaría acerca de... quién sabe
El dictamen curulteril que ¿hace una década o más, o menos?, impuso la suspensión de la venta de bebidas alcohólicas a partir de cierta hora de la noche, y en consecuencia el cierre de los bares y cantinas y cualquier tipo de embriagadero a partir de tal momento, no produjo al cronista ni frío ni calor, ni tibieza ni friolera, porque tales bebidas las toma por darle gusto al cuerpo, no por afán auto alcoholizan te, sino únicamente por acompañar la comida o la cena o por cordializar en tertulias literatas, y no, como hacen algunos perversos polimorfos, para aullar en coros fanfarrones la mexicana alegría, que también internacional, cómo no, y por salir en bonche a las calles a desvelar al genterío honrado y laborioso gritando intimidades impúdicas que a nadie interesan, del estilo de “¡iiijaiiijaiii, que importa que no me quieran, si al fin y al cabo me quiero yo solo!”, o “¡soy feo y estúpido pero cómo me gusto yo a mí solito, verdá de Dios!”.
Por lo demás el cronista es trasnochador, sí, pero en casita y tecleando en la compu, particularmente ahora que MILENIO va a costar cinco pesos más y su director, Carlos Marín, afamado como periodista aunque más como cantante destripador de boleros, ¡y en plena televisón, qué impudicia!, tendrá que aumentarnos el pago de los artículos o se le acusará de ser trumpero, imperialista y berreador de notas dizque musicales mal entonadas y peor ritmadas.
Pero… volviendo al tema, si alguno hay, el cronista comprende que sigan molestos y furiosos con el duradero dictamen antiborrachera a aquellos a quienes les gusta el trasnoche alcoholizante, porque creen que la noche, así como el día y la tarde y la entera noche, son para celebrarlas con hipos e iiijaijaiiies a todo pulmón y para luego dormir una cruel cruda y despertar a la nueva sed que los inspire a escribir profundos textos, a veces ritmados y rimados, y d et rashcend eh enciahh moral y política (por ejemplo sobre el ser o la nada o la guerra de los candidatos), que justifiquen el cobro de cinco mil pesos más… y a propósito, don Carlos Marín, si usted nos aumenta el pago, el cronista, más politiquero y barbero que nadie, escribirá que es usted el mayor bolereador, ¡un Carusso o un Pavaroti o un Domingo del bolero, pues!