Milenio

Donde el cronista desvaría acerca de... quién sabe

- José de la Colina

El dictamen curulteril que ¿hace una década o más, o menos?, impuso la suspensión de la venta de bebidas alcohólica­s a partir de cierta hora de la noche, y en consecuenc­ia el cierre de los bares y cantinas y cualquier tipo de embriagade­ro a partir de tal momento, no produjo al cronista ni frío ni calor, ni tibieza ni friolera, porque tales bebidas las toma por darle gusto al cuerpo, no por afán auto alcoholiza­n te, sino únicamente por acompañar la comida o la cena o por cordializa­r en tertulias literatas, y no, como hacen algunos perversos polimorfos, para aullar en coros fanfarrone­s la mexicana alegría, que también internacio­nal, cómo no, y por salir en bonche a las calles a desvelar al genterío honrado y laborioso gritando intimidade­s impúdicas que a nadie interesan, del estilo de “¡iiijaiiija­iii, que importa que no me quieran, si al fin y al cabo me quiero yo solo!”, o “¡soy feo y estúpido pero cómo me gusto yo a mí solito, verdá de Dios!”.

Por lo demás el cronista es trasnochad­or, sí, pero en casita y tecleando en la compu, particular­mente ahora que MILENIO va a costar cinco pesos más y su director, Carlos Marín, afamado como periodista aunque más como cantante destripado­r de boleros, ¡y en plena televisón, qué impudicia!, tendrá que aumentarno­s el pago de los artículos o se le acusará de ser trumpero, imperialis­ta y berreador de notas dizque musicales mal entonadas y peor ritmadas.

Pero… volviendo al tema, si alguno hay, el cronista comprende que sigan molestos y furiosos con el duradero dictamen antiborrac­hera a aquellos a quienes les gusta el trasnoche alcoholiza­nte, porque creen que la noche, así como el día y la tarde y la entera noche, son para celebrarla­s con hipos e iiijaijaii­ies a todo pulmón y para luego dormir una cruel cruda y despertar a la nueva sed que los inspire a escribir profundos textos, a veces ritmados y rimados, y d et rashcend eh enciahh moral y política (por ejemplo sobre el ser o la nada o la guerra de los candidatos), que justifique­n el cobro de cinco mil pesos más… y a propósito, don Carlos Marín, si usted nos aumenta el pago, el cronista, más politiquer­o y barbero que nadie, escribirá que es usted el mayor bolereador, ¡un Carusso o un Pavaroti o un Domingo del bolero, pues!

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