Xochicalco 833 quedó afectado tras el sismo de hace 32 años; desde entonces familias enteras lo invadieron y lo habitaron; ahora, el movimiento de septiembre pasado lo dañó más y sus inquilinos viven en la calle
El inmueble de Prolongación
La señora Angélica Tenorio y su familia llevan 25 años viviendo en un edificio dañado desde el sismo magnitud 8.1 del 19 de septiembre de 1985. Hace 32 años los dueños e inquilinos desalojaron el inmueble por el riesgo de colapso y el lugar quedó abandonado…
Poco a poco nuevos ocupantes fueron tomando control de la vivienda y antes del reciente sismo del 19 de septiembre ya ocupaban la propiedad 65 familias, 240 personas.
La señora Angélica pensó que su estadía ahí sería temporal.
“Nada más tenía un hijo y no tenía dónde vivir y me arriesgué a vivir ahí. Nada más trabajaba mi esposo y nos tenía que mantener a los dos. Yo pensé: ‘Un año, Dios mío, dame chance un año para poder juntar y tener una casa’. Pensaba irme, pero fueron llegando mis demás hijos y ya no pude”, recuerda.
Para ella se convirtió en habitual vivir entre grietas, viendo los ladrillos asomarse por las paredes, con el elevador descompuesto y sabiendo que el inmueble podría no soportar estar edificado en una zona sísmica como lo es Ciudad de México.
El edificio se construyó en Prolongación Xochicalco 833, colonia Emperadores, en la delegación Benito Juárez, la más afectada por el sismo del 19 de septiembre pasado, en donde 13 edificios se derrumbaron y cientos más quedaron con afectaciones.
Al entrar al lugar se camina a oscuras, se observa el elevador averiado con las puertas entreabiertas y lleno de basura. En los siguientes pisos entra la luz del día y se pueden ver grietas en techos y muros, una trabe en un muro de carga que se desplazó de su sitio original, y en el cubo de las escaleras se cayó el material y es posible ver hacia el exterior. La señora Gabriela Calzada también vive en la construcción afectada. Ella llegó en 1991 y fue testigo de la ocupación masiva que se dio en 1994.
“Este edificio se acababa de construir en 1984. El edificio era de lujo, nuevecito. A la hora que se viene la devaluación, pues mucha gente empieza a entrar al edificio porque no había dinero para rentar”.
Gabriela recuerda cómo por las noches llegaban nuevos ocupantes, se instalaban, tomaban posesión de alguno de los departamentos hasta que los 54 estuvieron habitados. La gente siguió llegando y comenzaron a acomodarse en el Mezzanine y en el estacionamiento, donde pusieron divisiones con tablones de madera.
Así sumaron las 240 personas, pero no todos tienen las mismas condiciones. En el edificio se reprodujeron esquemas de control y poder, en donde los primeros ocupantes comenzaron a cobrar renta a los nuevos habitantes. El hijo de la señora Angélica pagaba mil 500 pesos.
A pesar del riesgo, las autoridades nunca desalojaron a los habitantes. En corto comentan que no es sencillo expulsar a tal cantidad de personas, pero desde el 19 de septiembre ellos mismos decidieron salirse del inmueble. La señora Tenorio estaba en el edificio cuando hace dos meses comenzó a moverse la estructura del inmueble por el temblor. Algunos vecinos corrieron a las escaleras para intentar desalojar, recuerdan como les caían piedras y polvo. Ella prefirió quedarse en el quinto piso hasta que terminó el movimiento telúrico. Cuando salió vio que las grietas se hicieron más grandes.
“Nosotros vimos que sí está dañado el edificio del tercer piso para abajo; está dañada la escalera. Júrelo que si yo hubiera tenido esa oportunidad no hubiera estado aquí. Bendito sea Dios que no se cayó el edificio”.
Le entró miedo y decidió quedarse afuera hasta que las autoridades fueran a hacer un peritaje para saber si había posibilidades de seguir viviendo ahí.
Desde hace dos meses ella, sus tres hijos y su esposo viven en un campamento que improvisaron en contraesquina del edificio de Prolongación Xochicalco, junto con otras de las familias que ocupaban el inmueble.
“No es justo estar viviendo aquí desde el temblor, cuántos días llevamos aquí. Nos sentimos como estamos: en la calle”, dice mientras muestra las áreas donde duermen y preparan los alimentos.
Con el paso de las semanas, los ocupantes del edificio decidieron entrar a hacer limpieza, tirar la comida descompuesta, quitar la tierra y piedras de las escaleras y sacar algunas de sus pertenencias. Algunos comienzan a olvidar el miedo e ingresan al edificio por lapsos más largos. MILENIO consultó a funcionarios de la Secretaría de Gobierno de CdMx sobre el inmueble, pero respondieron que no es posible proporcionar información porque se está indagando su situación jurídica y falta que el Comité de Emergencias dictamine su situación estructural.
En la plataforma de reconstrucción de CdMx el edificio aparece con semáforo amarillo, que significa riesgo incierto.
El delegado de Benito Juárez, Christian von Roehrich, tampoco tiene información precisa sobre el edificio. “Sé que en administraciones anteriores ha habido la solicitud a la delegación, al gobierno de la ciudad, acreditando la propiedad del inmueble; ellos no son propietarios, son invasores. Necesito recuperar mi propiedad y, obviamente, no es para quedarse con el edificio, es para demolerlo”.
Ante la incertidumbre y el riesgo, Angélica evalúa dejar el edificio definitivamente.
“Tengo miedo y pues dije: ‘esta es la oportunidad’. Mis hijos tampoco quieren regresar y nos vamos”.
Pero no le ha sido sencillo, su trabajo vendiendo comida afuera de una escuela la pone en condiciones vulnerables. No cuenta con un sueldo ni prestaciones que le puedan ayudar a conseguir un crédito de vivienda. Tampoco le es posible llenar los requisitos y tener el dinero para rentar un departamento. Tenía una opción por 4 mil pesos en Iztapalapa, pero le piden dos rentas, un depósito, fiador y que no esté en buró de crédito.
“¿De dónde voy a sacar ahorita un fiador?”, se pregunta.
En este caso que no son propietarios, dice el delegado Von Roehrich, tenemos que trabajar con el Instituto de Vivienda de Ciudad de México para buscar algún mecanismo de crédito de bajo costo, de una tasa de interés muy baja que les permita acceder a una vivienda digna.
Mientras tanto, Angélica y sus vecinos siguen viviendo en la calle, pero agradecidos de que el edificio dañado desde hacer 32 años se mantiene en pie. m