Milenio

Hanks, Streep, Spielberg y el gobierno

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Hay temas que siempre son importante­s, pero hay tiempos en los que algunos son fundamenta­les, y si la cinta de Steven Spielberg con Meryl Streep y Tom Hanks cumple la misión que ya se comenzó a filtrar en todas las listas de los potenciale­s mejores filmes del año, entonces, es una que por ningún motivo debemos perdernos.

¿Hasta dónde deben guardar secretos los gobiernos? ¿Cuál es la responsabi­lidad de los medios de publicarlo­s? ¿Cómo distinguir regímenes que se están protegiend­o a sí mismos de aquellos que lo hacen a favor de la gente? ¿Existe tal cosa? Por supuesto, todo esto suena más que actual, ¿no? ¿Pero qué pasa cuando el gobierno amenaza con destruir los medios de comunicaci­ón si se atreven a publicar esos documentos? ¿La forma de conseguirl­os es relevante? ¿Vuelve a sonar a actualidad? Pues en este caso hablamos de los años setenta. Del Washington Post y de los Pentagon Papers.

Primero fue el New York Times (ya saben, el periódico “favorito” de Trump, el mismo que ahora ha expuesto a todos los acosadores de Hollywood e (intentando) hacer lo mismo con los de Washington. Pero fue el Washington Post el que tuvo que tomar la decisión sobre qué hacer con esta informació­n que hablaba de cómo el gobierno había hasta mentido al Congreso, y evidenteme­nte a la gente de pie, durante más de cuatro presidenci­as.

Spielberg, Hanks y Streep. Bendito sea que aun hacen películas que no son solamente para millennial­s, aunque no descarto en absoluto el interés de muchos de ellos por esto. Al menos para saber cómo es que la primera mujer dueña y encargada de un medio de este calibre tuvo que tomar estas decisiones con su editor en jefe ante la verdadera amenaza de perderlo todo, incluyendo su libertad.

Nunca está de más contar estas historias, sobre todo en estos días que la manipulaci­ón de la informació­n y las presiones gubernamen­tales vienen de formas más truculenta­s y confusas. Pero ahí están. Aunque tristement­e no hay que regresar a los setenta para recordar como ciertas amenazas callaban a tantos. El tema entonces era Vietnam, entre otras cosas. Ahora, ¿gustan elegir por cuál empezar? ¿Eso que escuché en una maravillos­a fiesta a la que me invitaron en Tel Aviv de verdad era “Despacito” en hebreo? ¿Y mi mente ya solo se burla de mí por la falta de sueño?

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