El intervencionismo eclesial
Para bien o para mal, los ministros de culto en México tienen una serie de restricciones para participar en la vida política del país. Quizá la más importante es la que les señala el apartado “e” del artículo 130 de la Constitución: “Los ministros no podrán asociarse con fines políticos ni realizar proselitismo a favor o en contra de candidato, partido o asociación política alguna”. Es realmente poco lo que se les pide: no se metan en las elecciones, no se metan en la política electoral. Sin embargo, parecería que ni siquiera esta mínima prohibición es atendida por algunos dirigentes religiosos. Lo digo porque en su mensaje inaugural de la Asamblea Plenaria de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), su presidente, el arzobispo de Guadalajara, cardenal José Francisco Robles Ortega, de plano se metió en política electoral. Aseguró, entre otras cosas, que “los candidatos independientes surgen y momentáneamente parecen ofrecer una alternativa a las opciones políticas tradicionales. Sin embargo, más pronto que tarde —abundó— algunos independientes resulta que no lo son tanto”. Y aunque él mismo recordó que la Iglesia como institución “no debe inducir el voto hacia partido o candidato alguno”, en la práctica, su opinión sobre los candidatos independientes es equivalente a realizar proselitismo contra ellos. Pero el arzobispo Robles Ortega, generalmente prudente, se siguió. Dijo, en clara alusión al Frente Ciudadano por México (PAN-PRD-MC), que “los partidos políticos desdibujan sus identidades, pierden sus liderazgos claves, se vinculan con opciones políticas contrapuestas, haciendo que el voto en consciencia de los católicos sea más arduo que nunca”. Y aunque las recomendaciones posteriores señalaban la importancia de no inducir el voto, de evitar que “nuestro pueblo” crea que el criterio es elegir el mal menor y estimular la más amplia participación cívica, lo cierto es que la jerarquía católica (toda ella formada por ministros de culto) ya había violentado la Constitución. ¿Se inclinó el presidente de la CEM por el PRI o por López Obrador? ¿No quiere que haya frente PAN-PRD-MC? ¿No le gusta Margarita Zavala?
No se trata aquí de estar o no de acuerdo con las posturas del episcopado católico. Se trata de que, por algo, este tipo de intervencionismo en la política electoral está prohibido. Pero en esto, como en muchas otras cosas, no hay nadie que imponga el estado de derecho. M