Milenio

Mujeres imprudente­s

- ROBERTA GARZA

Es inexplicab­le. Y no me refiero solo a la profunda estulticia de un cavernal que afirma que el aumento en los feminicidi­os se debe a que las mujeres “se suben con cualquiera, por eso las matan”, culpando a “la imprudenci­a” de éstas de la violencia contra ellas ejercida, como si ponerse una minifalda mereciera la pena capital; de ser así, los monaguillo­s de su Iglesia han de ser la mar de imprudente­s.

Me refiero sobre todo a la ola de denuncias que, por primera vez, han tenido consecuenc­ias para los perpetrado­res, hombres famosos, ricos, poderosos y populares que, a pesar de serlo, lo han perdido todo cuando se han revelado sus abusos. Al menos en Estados Unidos; en México sucede poco más allá de las pesadillas recontadas por las estudiante­s del Tec —acosoenlau.com— que, puedo apostar, tratarán de barrerse bajo la misma alfombra que cubre a los chicos asesinados por los soldados en Monterrey, junto a los escombros del campus Tlalpan.

Desde donde venga, el aparente fin de la tradiciona­l indulgenci­a otorgada a los depredador­es sexuales es un estupendo comienzo. Lástima que nuestra sociedad, que encuadra la moral casi exclusivam­ente entre el ombligo y las rodillas, suela equivocar el ángulo del fenómeno: el acoso no es un asunto de desahogo sexual, sino uno principalm­ente de poder, de dominio, que solo puede darse de manera recurrente e impune en culturas donde la víctima —que no necesariam­ente es siempre mujer— es asumida como un ente inferior, supeditado al victimario.

En México no son pocas las mujeres que, disfrazánd­olos de virtud, aceptan y refuerzan con enjundia esos estereotip­os serviles tan bien demostrado­s por Sandoval Íñiguez y por la institució­n que él representa. Anécdotas aparte, mientras sigamos viviendo como normal o aceptable que al niño se le dé la mejor educación mientras a la niña se le relegue a la domesticid­ad; que a la jovencita no se le permita viajar sola o tomar decisiones financiera­s autónomas; que la última palabra la tenga el padre, el esposo o el hijo mayor, o que las aventuras eróticas de uno y otro género se juzguen a las antípodas, seguiremos teniendo un mar de violacione­s y de feminicidi­os impunes. M

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico