LA PANTALLA
Emmanuel Carrère es célebre por sus guiones para los telefilmes franceses Héritage oblige (1990), Le grande collection (1991), Le blanc à lunettes (1995), Denis (1998), Désire Landru (2005), L’amour dans le sang (2008), Fracture (2010) y Les Revenants (2012). Su relación con las pantallas incluye su propia obra, pues él mismo escribió los argumentos de La classe de neige (Claude Miller, 1998) y El adversario (Nicole Garcia, 2002). En 2003 dirigió el documental Retour à Kotelnitch, que aborda el suplicio de un prisionero húngaro que pasó 55 años en un hospital psiquiátrico de Rusia, y en 2005 realizó La moustache, con la actuación de Vincent Lindon y Emmanuelle Devos, su novela que sigue los rastros de la locura a partir del afeitado de un bigote imaginario.
LLogra extraer vida de las muertes que relata con suma precisión: la de una niña de cuatro años durante el tsunami en el sureste de Asia, donde el autor se encontraba de vacaciones; la muerte de la hermana de su actual pareja, después de un cáncer devastador, que lo conduce a conocer a un juez discapacitado y enfermo que se ocupa de casos de endeudamiento y del que decide contar la historia. Al contacto de sus experiencias, de alguna manera Carrère intenta experimentar a su vez “una solidaridad incondicional con aquello que la condición humana comporta de insondable desamparo”. E intenta “arrancar del vacío” esas vidas tan diferentes de la suya que, como suele recalcar, no ha conocido grandes tragedias.
Con cada uno de sus libros, Emmanuel Carrère se reinventa, pero ante todo reinventa la no ficción, ampliando sus límites y abordando temas cada vez más inesperados. Pues algo que lo caracteriza es su habilidad para detectar un “buen tema”, que fue justamente lo que ocurrió con Limónov (2011), en donde a la par que traza la vida de este escritor ruso, de moda en Francia durante la década de 1980, elabora un autorretrato que explora su fascinación por él: “Después de publicarlo, muchos me dijeron: ¡qué buena idea tuviste al dedicarle un libro! Pero las pocas personas a las que les había hablado del proyecto antes de escribirlo y que vagamente sabían quién era, me decían: ¡estás loco!, ¿quién va a interesarse en la vida de ese horrible tipo? A pesar de eso, tenía la intuición de que ese personaje me permitiría escribir una verdadera novela picaresca y, al mismo tiempo, un libro de historia sobre el fin del comunismo”. Con El Reino (2014), mezclará el relato autobiográfico de su conversión religiosa con una investigación acerca de los orígenes del cristianismo.
Tal vez esta manera de saber reconocer en una historia ligada a la actualidad su potencial narrativo provenga de la importancia que el periodismo ha tenido en su labor como escritor, como lo demuestra Conviene tener un sitio adonde ir (2016), en donde recopila 25 años de artículos publicados en medios muy diversos. Ahí puede constatarse esa curiosidad tan suya que lo lleva a escribir sobre la primavera en la Rumania de 1990, el Foro Económico de Davos, su entrevista fallida con Catherine Deneuve, su pasión por Balzac y Truman Capote. Ningún tema parece escapársele. Su gusto por el riesgo narrativo lo lleva tanto a Calais, para hacer un reportaje sobre sus habitantes, como al Elíseo, a fin de escribir un retrato del presidente Emmanuel Macron, que prepara para el diario británico The Guardian. Ya que lo que interesa a Carrère es “poder escribir un reportaje de la misma manera en que escribo un libro”, es decir, “en primera persona y dándole vueltas al asunto, contando las cosas de manera un tanto sinuosa”, la única quizá que le ha permitido reconciliarse consigo mismo y encontrar un placer en la escritura.