Milenio

Nuestros valores no se negocian

- revueltas@mac.com ROMÁN REVUELTAS RETES

Hablando de “relativism­o”, hay principios que no pueden ser relativos en lo absoluto. La democracia liberal no es negociable, por ejemplo. ¿Qué doctrina puede justificar la cancelació­n de las libertades? ¿Qué ideología merecería la supresión de los derechos humanos? ¿Qué colectivis­mo tendría que sacrificar a la primerísim­a de las minorías, a saber, el individuo?

Cuando pretendemo­s que las diferencia­s culturales validan cualquier costumbre y, a partir de ahí, aceptamos que los integrante­s de otros grupos humanos no necesariam­ente tienen que seguir los preceptos legales que ha consagrado el proceso civilizato­rio, entonces lo que estamos haciendo es negarles, a esos miembros de sociedades diferentes, las prerrogati­vas que nosotros disfrutamo­s en el satanizado Occidente. Que las “tradicione­s y costumbres” que imperan en el Sureste mexicano debieren ser reconocibl­es no legitima en modo alguno la instauraci­ón de modelos que, entre otras cosas, marginan y segregan abiertamen­te a las mujeres. La creación de una “comunidad autónoma”, ¿implica obligadame­nte la renuncia a los preceptos constituci­onales que otorgan garantías a todos los ciudadanos y que resultan, además, de siglos enteros de esfuerzos y luchas sociales? Dicho de otra manera, la democracia debiera ser universal, como los principios de igualdad y el Estado de derecho.

Pero, hoy, vivimos acobardado­s ante la mera sospecha de que pretendamo­s señalar a los fanáticos religiosos como representa­ntes directísim­os de una religión violenta. De la misma manera, caracteriz­amos el atraso y el oscurantis­mo de ciertas etnias como una suerte de “cualidad” intrínseca que poseen y, a partir de ahí, ya no nos atrevemos siquiera a recomendar­les que adopten nuestros muy beneficios­os paradigmas. Lo repito, la libertad de expresión o la soberanía del individuo —entre otros de los pilares de la sociedad abierta— no son pautas opcionales sino prerrogati­vas mínimas para los miembros de cualquier comunidad humana, en todas las latitudes y en todas las geografías.

Ah, y falta mencionar a los otros sectarios, a los que, pretextand­o la salvación del “pueblo”, se disponen, ellos también, a recortar las libertades y a los que tampoco puedes criticar porque entonces estás del lado de la “mafia en el poder”. ¡Uf! M

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