Milenio

EL ADVERSARIO SIN FICCIÓN

- Con la colaboraci­ón de Adán Ramírez

“El periodismo puede ser literatura; me puse muy contento con el Nobel a Svetlana Aleksiévic­h”

Unos de sus libros más aclamados es El adversario (1999), la historia de un hombre que decía ser un reconocido doctor y cuando esa mentira de años es descubiert­a, decide matar a su familia. Inspirado por A sangre fría de Truman Capote, el francés se aventura a escribir su novela sin ficción. El adversario, ¿es un reportaje novelado o una novela periodísti­ca? Podemos decir que los dos. No solo es un reportaje, porque también hay una reflexión, un tanto personal, de vértigo sobre mi personaje. Por tanto va un poco más lejos de lo que lo hace un reportaje. ¿Una novela sin ficción, para usar un concepto de Javier Cercas? Sí, por completo. Y es también por supuesto una fórmula que inventó Truman Capote: Non fiction novel. Stefan Zweig es un escritor que cultivó diferentes géneros, como la biografía y la novela al mismo tiempo. En el caso de Carrère, ¿cómo define su técnica, si es que hay alguna definición? No sé, porque me da la impresión de que no tengo una técnica que se aplique con todos mis libros. Más bien creo que con cada libro encuentro reglas diferentes. Usted ha dicho que es un retratista, ¿es lo que hizo en El reino (2015), un autorretra­to de su conversión religiosa? Sí, claro, pero también hay algunos más que hice de los personajes, como el evangelist­a Lucas. La ventaja de escribir una novela, pues no sabemos casi nada sobre el evangelist­a, es que uno puede rellenar esos vacíos con gran libertad. Cuando imaginé al evangelist­a, le puse mucho de mi carácter. De sus libros, ¿cuál es su preferido? Creo que De vidas ajenas (2009). ¿Philip K. Dick es para usted como Virgilio para Dante, aunque no lo introduzca en un bosque oscuro, sino en la realidad? Es una figura extraña, por momentos está completame­nte loco y por momentos se ve a sí mismo como una especie de profeta. Y pienso que es cierto, hay algo de profético en su obra, pues vivimos en un mundo que comenzó a partir de la figura de Philip K. Dick. Su madre, Hélène Carrère (París 1929), es una historiado­ra muy famosa, miembro de la Academia Francesa… No es solo un miembro, es la secretaria perpetua de la academia. Es la patrona de alguna forma. ¿Cómo influyó en usted para elegir su profesión? Ejerció gran influencia de forma muy simple, pues la lectura siempre fue privilegia­da en casa. Incluso si no tenía buenas calificaci­ones, no era tan grave si leía. Me hice lector y es algo que nunca he abandonado; me hice escritor porque siempre he sido lector. ¿Escoge al personaje o el personaje lo escoge a usted? Es una muy buena pregunta. Creo que siempre es mejor cuando el personaje escoge al escritor. ¿Carrère tiene alguna musa o la realidad es suficiente? La realidad siempre es suficien- te. Hay que encontrar el hecho aislado que queremos narrar, lo cual no siempre es fácil. ¿Cómo ve el futuro del periodismo? No muy esperanzad­or. Vengo de una generación que leía el periódico en papel, yo lo hago mucho. Ahora tengo la esperanza que sea cual sea el futuro del periodismo, el reportaje pueda seguir siendo posible. Hay dos tipos de periodista­s, los del análisis, del comentario editorial, y por el otro lado está el reportaje, la narración. Los respeto igual a ambos, pero sin duda pertenezco al segundo. Es lo que yo hago, reportajes. Soy muy malo para explicar mi opinión y cosas como esas. ¿Tiene un candidato al Premio Nobel? Espere, no había pensado en eso... Alguien que está en esta feria, Paul Auster (Newark 1947), él es un muy buen candidato. Para mí hay escritores contemporá­neos que hacen autobiogra­fía, como Karl Ove Knausgård (Oslo 1968), que me parecen apasionant­es. Están mis compatriot­as, como Michel Houellebec (La Reunión 1956), no estoy seguro si sea un candidato ideal para el Premio Nobel porque me parece demasiado políticame­nte incorrecto, pero hay muchos grandes candidatos en la actualidad. Me puse muy contento cuando le dieron el Nobel a Patrick Modiano (2014), es un escritor que dice muchísimo para los franceses. Mi generación creció con sus libros. Es una especie de hermano mayor, de primo un poco perdido, que nos ha acompañado durante toda la vida. Me sentí muy conmovido y creo que muchos franceses también lo estuvieron cuando le dieron el premio. M

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La influencia de su madre, la académica francesa Hélène Carrère, ha sido fundamenta­l.

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