Milenio

Francisco Gabilondo Soler: canciones para imaginar

El libro recupera reflexione­s del creador de Cri Cri en una época en la que vivía en la “tranquilid­ad espiritual”, afirma Elvira García

- Xavier Quirarte/México

En los años 40 del siglo pasado, Walt Disney le ofreció a Francisco Gabilondo Soler comprarle los derechos de Cri Cri y otros personajes para usarlos en sus películas. Una oferta tentadora que el compositor mexicano rechazó porque su creador no quería darle un rostro definido a su personaje, deseaba que viviera en la imaginació­n de los niños. “Pude hacerme millonario con Cri Cri, pero no quise —confesaría el compositor a Elvira García—. Todos mis personajes, todos mis cuentos y canciones son para imaginar, para que cada quien se los imagine como quiera. No son para verse; no hay que verlos con los ojos, hay que verlos con la imaginació­n”

Esta es una de las muchas anécdotas que la periodista Elvira García recoge en la nueva edición de su libro De lunas garapiñada­s: abrazando la memoria. Francisco Gabilondo Soler cuenta su vida. Prácticame­nte reescrita y con material fotográfic­o inédito, la obra fue editada por la Fundación Francisco Gabilondo Soler Cri Cri.

En1980, Elvira producía el programa Retrato hablado para Radio UNAM, donde entrevista­ba a creadores ancianos. La idea era que músicos, pintores, escritores y otros artistas hicieran un recuento de su vida, porque algunos de ellos ya estaban retirados o incluso olvidados. Aunque Francisco Gabilondo Soler no estaba olvidado, vivía retirado, recluido.

A García le resultó difícil acercarse al creador de Cri Cri porque no le gustaban las entrevista­s, aunque finalmente, y un poco a regañadien­tes, aceptó recibirla. Entre que le cayó bien la frescura de la entonces joven periodista y que se dio cuenta de que iba bien preparada, aceptó hablar. De hecho le permitió regresar dos veces más para continuar con su labor.

Aunque tenía fama de ser enojón, Elvira García asegura que, más bien “era un hombre serio al que le gustaba mucho conversar con gente que le dijera cosas interesant­es. Todo el tiempo se la pasaba leyendo —tenía una gran biblioteca— y observando el cielo. Lo encontré en un momento en que reflexiona­ba mucho sobre su vida”. ¿Qué le impresionó de él? Me impresionó encontrarm­e con que el hombre al que había admirado desde niña como creador de Cri Cri era un hombre sencillo. Me parecía tan distante a mí, que su sencillez me conquistó. También me conquistó por ser muy dicharache­ro y bromista, pero en tono serio. Te podía decir una broma, pero con la cara seria, como si te estuviera diciendo la frase más seria. Era un hombre con un gran sentido del humor, pero muy elevado, sarcástico. ¿Cómo fue su infancia? En sus canciones hay resabios de las experienci­as de su niñez al lado de su abuela en Orizaba. En los ríos nadaba a contracorr­iente, iba al Cerro del Borrego a caminar solito. Era un niño al que le gustaba mucho investigar, muy creativo y fantasioso, con una abuela igual de fantasiosa que lo enriqueció muchísimo. Cri Cri es el reflejo de todo eso: en el personaje deposita todo lo que vivió de niño. Canciones como “Los palomos”, habla de la iglesia, que estaba pegada a la casa de su abuela, mientras que “El chorrito” tiene que ver con el río Orizaba que pasaba muy cerca y en el cual nadaba. Era muy cercano a la naturaleza... Fue un adelantado en el tema de la ecología y el cuidado de los recursos naturales gracias al ambiente natural en el que se crió: el agua, el aire, el cielo, las estrellas, los animales… Era alguien que observaba desde niño y eso se refleja en su obra.

“Aportó una gran riqueza a la niñez: la posibilida­d de que aprenda a fantasear”

Tuvo muchos oficios... Sí, hizo muchas cosas: natación, toreo, box, sin saber qué quería. Lo que sí tenía claro era que le gustaba la música. Desde niño tocaba piano y ya cuando quiere casarse y no sabe cómo mantener a su mujer se pone a estudiar linotipia, que entonces era tan importante como la computació­n, era el último grito de la moda en tecnología. Su padre lo mandó a estudiar a Estados Unidos, y como la escuela estaba en Nueva Orleans, sacaba muy malas notas en linotipia pero muy buenas en jazz. Echaba palomazos con los músicos del barrio francés y aprendió mucho jazz. ¿Cuál es su gran aporte? Aportó una gran riqueza a la niñez: la posibilida­d de que aprenda a fantasear, a imaginar. Más en estos tiempos en que los niños están pegados al teléfono o a la tablet, donde no imaginan casi nada, más bien ven, observan lo que se les da ya masticado. m

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El futuro compositor fue muy observador desde pequeño.

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