LA ERA DE TIGRES
EL EQUIPO DEL TUCA FERRETTI JUGARÁ POR TERCERA OCASIÓN CONSECUTIVA LA FINAL DE LA LIGA MX Y LA QUINTA DE LOS ÚLTIMOS SIETE TORNEOS, AL ARROLLAR A UN AMÉRICA QUE SE FUE SIN GOL EN ESTA LIGUILLA
Tigres es único. Nadie hasta hoy había alcanzado tres finales de Liga de manera consecutiva, un modelo, sí, al alcance de pocos, pero que debería tomarse como ejemplo. Es más, es la quinta desde el Apertura 2014. El cuadro de la UANL se ha convertido en protagonista de la Liga Mx y reclama, con resultados deportivos, que miren a verle, porque lo hace doblegando y exhibiendo a históricos como el América, al que sometió con una goleada de 3-0 (global 4-0) y se instaló en la Final del Apertura 2017.
Y América que se marcha de vacaciones porque fue incapaz de montar un ejercicio de rebeldía, apeló al orgullo, pero sus intenciones no se trasladaron al juego, de nuevo dejaron una imagen paupérrima y arrastraron su prestigio. Fueron 360 minutos sin hacer gol en esta Liguilla y solo dos en sus últimos ocho juegos de Liga. Así no alcanza.
Si bien Miguel Herrera asumió la necesidad de hacer goles, y no se guardó nada, lo que ofreció fue muy pobre. El Piojo entendió que si había de caer, debía hacerlo muriendo en la lucha cuerpo a cuerpo, así que cambió su esquema, guardó la línea de 5 y pasó a jugar con 4 en el fondo. Pablo Aguilar y Cecilio Domínguez se quedaron en la grada. Sin embargo, toda la dinamita de azulcrema nunca tuvo la chispa que la hiciera explotar, estuvo lejos de poner en aprietos a Tigres.
Fueron unas Águilas a las que les ganó la imprecisión, tuvieron el balón, pero las gobernó el ansia, avanzaba el tiempo y no corregían sus fallas. Mientras, el cuadro del Tuca Ferretti gestionó su ventaja, solo tuvo un ajuste, el de Francisco Meza por el lesionado Juninho.
Aunque al inicio Tigres no lograba tener el balón porque las Águilas presionaban arriba y obligaban a que el conjunto felino dividiera la pelota. Darwin con un tiro libre, Mateus con un disparo de media distancia y luego Romero con un tiro débil que levantó Nahuel Guzmán fueron los avisos de un América que trataba, pero carecía de lucidez, le iba el tiempo encima, se mostraba revolucionado, pero poco efectivo, ese tono de imprecisión que le ha acompañado las últimas semanas no pudo ser corregido en un duelo que demandaba la mayor serenidad en la zona definitiva.
El partido pasó a ser disputado en medio campo, Tigres mantuvo la tensión en la retaguardia, fue cerrando caminos y a los americanistas les faltaba imaginación para cuajar una buena jugada.
Entonces vino el primer aviso serio de Tigres, un tiro de Eduardo Vargas que se fue mordiendo el palo; los felinos gestionaron su ventaja en el global (1-0), cedían terreno para salir a la contra con Enner Valencia, que cuando tomaba la pelota arrancaba dejando rivales en el camino. Cuando los universitarios se animaban metían miedo, Gignac tiró desde el borde del área, pero Marchesín repelió, le cayó al chileno Vargas, que volvió a echarla por un costado. América seguía con vida, pero sin una jugada que pudiera meterles a la serie. Fue cuando Valencia tuvo la más clara, tras un pase filtrado de Vargas, el ecuatoriano se midió con Marchesín, el portero logró desviar el balón y éste dio en la base del poste y salió.
América se fue al descanso sin que Romero y Oribe inquietaran de manera seria a Guzmán, le quedaban 45 minutos. Sin embargo, los americanistas no se quitaron del cuerpo el ansia ni la imprecisión, ese fue el rostro más reconocible que tuvieron, y de nuevo se salvaron al inicio del complemento cuando regalaron una pelota que Gignac llevó hasta el área, pero su tiro se fue desviado.
Y al 50’, el galo volvió a ponerla en el palo tras un centro de Valencia. América era el que necesitaba los goles y su juego en ataque carecía de sensatez, todo a trompicones, buscando una pelota que se tornara milagrosa, porque ninguno de sus atacantes se imponía en los duelos individuales. Y cuando Darwin gozó de una pelota a modo, la echó por encima del travesaño.
El Piojo volteó a la banca, lo único de lo que disponía para buscar ser un poco más agresivo era Alejandro Díaz; mandó al Güero por Romero, quien poco pudo hacer y quizá el de anoche fue su último partido.
Tigres respondió, pero no con un cambio, sino con un gol. Tras una serie de pases equivocados en medio campo, Damm lanzó a Valencia, y éste arrancó y no hubo quien lo frenara, llegó al área en posición franca y batió a Marchesín con un zurdazo, fue el premio justo a un equipo que volvió a dar cátedra del oficio.
América se rompió y el escenario se hizo más adverso. Guido Rodríguez vio la roja al 60’ por doble amarilla, y si antes lucía complicado que le hiciera daño a Tigres, con uno menos ya lucía imposible porque también Edson se fue expulsado al ser incapaz de detener a Valencia y en un acto de impotencia tuvo que bajarlo.
Un América de pena fue el de anoche que no tuvo ni arrebato, ni coraje, ni valentía y, sobre
todo, ni gol. Tigres olió la sangre y los liquidó al 71’ tras una buena acción de Gignac que habilitó a Valencia, quien fue derribado en el área. El propio francés marcó el 3-0 de penal.
Se acabó el torneo para los de Coapa, se van de vacaciones dejando una imagen más que pobre, un equipo que se jacta de ser el más grande México no puede quedarse sin marcar en 360 minutos de Liguilla, y cuando eso ocurre debe hacer una introspección profunda.
Atrás han quedado los años en los que los equipos del norte le tenían cierta envidia. Hoy, el americanismo, en un acto de honestidad, debe reconocer su inferioridad, no hacerlo sería un error, le tocará lavarse la cara, sanar heridas y reinventarse, porque anoche fracasó, lo peor de todo es que lo hizo sin dar una imagen de grandeza. América debe voltear a ver lo que está haciendo Tigres y copiarle algo no le vendría mal. Hoy es la era del Tigre.