Meade, un hombre capaz y honesto
Desde que fui tesorera de Estados Unidos he seguido la pista de José Antonio Meade Kuribreña, quien entonces despuntaba como un brillante servidor público mexicano.
No soy una amiga cercana, pero en los últimos años nos hemos reunido periódicamente en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, de Desarrollo Social y de Relaciones Exteriores para analizar la agenda de nuestros dos países, entre otros temas relevantes, siempre acompañados de Ignacio Vázquez, su leal, eficaz y prudente oficial mayor.
Y en cada conversación que hemos tenido he podido apreciar el sólido bagaje académico, científico y cultural que distingue a Meade Kuribreña, su conocimiento de los procesos políticos, económicos y sociales de la región y del mundo, la información que domina para articular con claridad sus ideas, su pasión por servir a México y en especial lograr mayor bienestar para sus mujeres y niños, y su preocupación por las comunidades migrantes…
Lo he encontrado en su despacho trabajando invariablemente en mangas de camisa, muy activo, sin falsas poses ni el menor asomo de frivolidad o arrogancia que luego tanto gusta a los individuos con poder… Por esto es que seguramente acostumbra volar en clase turista y transitar por los espacios públicos como un ciudadano más.
Es un caballero en toda la extensión de la palabra, atento para escuchar y observar y de gran bonhomía en su trato, lo cual inspira confianza y simpatías inmediatas.
Sé bien que el mismo orden de su desempeño profesional es el que ha guiado su vida personal, conformando una familia ejemplar y de valores de la mano de su talentosa esposa Juana y sus tres hijos; y también sé de su honestidad y que nunca ha obtenido un beneficio ilegítimo de sus cargos públicos…
Esto último me recuerda a Benito Juárez cuando exaltaba a los empleados del Estado que manejaban los erarios, como activos, pundonorosos y honestos republicanos de corazón que se conformaban con vivir en una honrada medianía, lejos de la tentación de meter mano en las arcas para improvisar una de esas vergonzosas fortunas que la sociedad reprueba y siempre maldice.
Así, cuando la corrupción, la inseguridad y la impunidad ondean por el orbe, siempre será válido reconocer la postulación de todo candidato que cuente con una incuestionable ética e integridad personal, pues ello fortalece la democracia, genera esperanza y reivindica la política hoy tan desprestigiada.
Y, para evitar riesgos, ojalá así sean todos los prospectos, mujeres y hombres, que aparecerán en las boletas electorales mexicanas de 2018, pues de otra suerte tan solo basta observar cómo nos está yendo con el Aprendiz por acá… M