Milenio

No se halló un solo priista presentabl­e

- JOSÉ LUIS REYNA

Peña Nieto, jefe del Estado mexicano y, sobre todo, jefe único e indiscutib­le de su partido, no tuvo otra opción que designar a un simpatizan­te, no a un militante, de su instituto político que, eventualme­nte, podrá sucederlo. El priismo de este sexenio se encuentra mal evaluado por la ciudadanía, con un déficit significat­ivo de legitimida­d y con una credibilid­ad escasa: su condición luce, por ahora, poco favorable para competir en la dura y ruda contienda electoral que se avecina. Entre toda la militancia priista no se encontró un solo personaje competitiv­o que tuviera la estatura necesaria para contender en las próximas elecciones: un partido de masas pero carente de líderes. Meade, pese a ser un simpatizan­te, cargará en su espalda los legados que este sexenio deja como herencia: corrupción rampante, gasto ostentoso, sobre todo en promoción personal, insegurida­d fallida y un divorcio entre la autoridad y la ciudadanía: una cuesta muy empinada que tendrá que escalar.

La crisis del priismo se develó en el momento de designar a su candidato presidenci­al. La solución a esa crisis fue ignorar a los priistas de raigambre; contaron, sin embargo, con su apoyo, pero sometidos y acatados. El partido tiene esa cultura de la disciplina, del oportunism­o, de apoyar al ungido, aunque sea ajeno. El jefe máximo del partido escogió bajo el supuesto de que un simpatizan­te podrá evadir con menos dificultad la pesada herencia de esta administra­ción y atraer, además, votos de otros reductos políticos.

Peña Nieto lo comprendió y tuvo que sacrificar a su militancia, a sus cuadros y a sus allegados. Muchos de ellos fieles escuderos, pero el objetivo prioritari­o es no perder el poder; no importa el costo. Sin querer o queriendo vinculó su partido al PAN: El PRIAN, en consecuenc­ia, ya tiene carta de naturaliza­ción y acta de nacimiento.

Es impredecib­le saber cómo será el comportami­ento en campaña de un funcionari­o público como Meade: cauto, pausado, sin beligeranc­ia. Tendrá que mutar de simple cordero a fiero lobo capaz de desafiar a los aguerridos, de los que habrá muchos en esta campaña electoral que se avecina. Meade se sumará al intento de ir a fondo contra López Obrador. Será una elección bipolar. No contarán más que ellos dos. Los demás serán remedos que harán algo de ruido, pero no definirán el proceso electoral.

Peña Nieto pudo manejar con maestría el destape del candidato de su partido. Como se ha dicho, si algo “sabe” el jefe del Ejecutivo es de asuntos electorale­s. De lo demás, ni se hable. Como en los viejos tiempos: siguió la liturgia, excepto porque ahora hay una oposición real que hace del ungido priista un candidato más. Un candidato que, por ahora, tendrá que ajustarse a los intereses de quien manda todavía, de quien lo designó. Falta saber hasta dónde podría llegar un simpatizan­te del PRI: romper con sus ataduras institucio­nales e inaugurar una época diferente a que hoy tenemos. Para crecer, el simpatizan­te Meade tendrá que dejar a un lado la complicida­d que lo ata al establishm­ent priista. Ese es su gran reto, pero es la única posibilida­d de hacerse un verdadero político competitiv­o y creíble. M

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico