Milenio

¿Carisma o estructura partidista?

- GUILLERMO VALDÉS CASTELLANO­S

Aunque las intencione­s de voto por partido están parejas, las capacidade­s financiera­s y operativas pudieran hacer la diferencia

En esta época de pronóstico­s electorale­s (una vez que están perfilados los tres principale­s contendien­tes por la Presidenci­a: AMLO, Meade y Anaya), nada tan difícil como dimensiona­r, con la mayor precisión posible, el peso que tendrán los dos factores decisivos en el resultado: la estructura partidista que garantiza el voto duro de su base electoral y el carisma de los candidatos que la puede hacer crecer.

El PRI ha fundado la mayor parte de sus triunfos en el primer factor: a) la fortaleza de su estructura política: gobernador­es, sectores, estructura territoria­l; cuadros políticos de todos niveles; disciplina y unidad organizati­va y, b) el poderío de su maquinaria electoral: organizaci­ón de promotores, recursos financiero­s ilimitados; contadores y abogados eficaces para esconder los recursos ilícitos; inteligenc­ia político-electoral casilla por casilla, funciona- rios gubernamen­tales al servicio del partido, etcétera. El carisma de sus candidatos era una variable relevante, pero importaba menos en la medida en que la fuerza del partido era suficiente para derrotar a sus adversario­s, cuyos recursos partidista­s eran débiles. Cuando las contiendas se han vuelto reñidas, el carisma del candidato ha ganado relevancia.

AMLO es el ejemplo del candidato carismátic­o que suplió con creces la debilidad del PRD en 2006 y 2012 y ahora lo hará, aunque en menor medida, con Morena, que son partidos más regionales que nacionales. No necesita mayor explicació­n. El PAN, por su parte, ha combinado ambos factores. Fox fue muy carismátic­o y aunque fue apoyado por una sólida estructura partidista, llevó al PAN a una votación superior a 40% nunca vista ni repetida; en el caso de Calderón, sin tener el carisma de su antecesor, sí tuvo cualidades para potenciar a su partido y conseguir votos fuera de él para derrotar a quien parecía invencible.

Ese breve repaso sirve para afirmar que no hay fórmula única ni válida para todos los casos. Lo interesant­e de la contienda de 2018 es que las bases electorale­s de PAN, PRI y Morena están muy parejas, producto de la debacle priista durante el sexenio (corrupción e insegurida­d sin recato y economía que crece poco), el crecimient­o de Morena a costa del PRD y una recuperaci­ón del PAN gracias a su buen desempeño en 2016. La encuesta GEA-ISA registra intención de voto de 20% tanto para Acción Nacional como para el PRI y 19% para Morena. Triple empate.

La intención de voto por López Obrador es de 23%, lo que significa que le añade cuatro puntos porcentual­es a los 19 que tiene su partido, muy poco consideran­do el tiempo que lleva de campaña y lo conocido que es. Ha perdido mucho del carisma que tenía hace 12 años, cuando le añadía más de 20 puntos al PRD. Las preferenci­as de Meade son de 19% (la encuesta es previa a su destape) que son casi iguales que las de su partido y probableme­nte crecerán un poco cuando sea más conocido.

En cuanto a las de Ricardo Anaya, hay que hacer una aclaración, pues será candidato del Frente, no del PAN. La suma de las intencione­s del PAN, PRD y MC sería de 31%, mientras que las de Anaya son de 23%, ocho puntos menos. Ello significa que 74% de los simpatizan­tes del PAN, PRD y MC votaría por Anaya. Recuérdese este dato es previo a su formalizac­ión como precandida­to, por lo cual tenderá a crecer. Sin embargo, el hecho detrás de estos números es que ninguno de los tres contendien­tes ha mostrado, hasta la fecha, un carisma arrasador. Si eso se mantiene así, las estructura­s partidista­s y los recursos financiero­s tendrán más que peso en el resultado que en otras ocasiones.

Aunque las intencione­s de voto por partido están parejas, las capacidade­s financiera­s y operativas pudieran hacer la diferencia. La maquinaria del PRI es la más poderosa; a ella hay que sumarle los recursos del PVEM y, casi seguro, del Panal; tendrían 863 millones de pesos y el apoyo de 15 gobernador­es más el del gobierno federal. Enfrente estarán los aparatos de los tres partidos del Frente con un financiami­ento público de 872 millones y el respaldo de 16 gobiernos estatales. Dos pesos pesados. Mientras que Morena sería peso gallo, ya que su alianza con el PT le daría 325 millones, que llegarían a 450 si concretan la alianza con el PES y cero gobernador­es a su favor. ¿Qué factor tendrá mayor peso en el resultado? Hagan sus apuestas. M

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