Fast track…
La violencia está fuera de control. Decenas mueren cada día. En todos los rincones de México. No solo delincuentes, sino sobre todo inocentes.
Cada vez mueren más mujeres. También niños y hasta recién nacidos. El círculo perverso ya se asentó: gobiernos irresponsables, miseria, desigualdad, corrupción, narcotráfico, secuestro, extorsión, huachicoleo, lavado de dinero, cinismo, codicia, militarización…
Es hora de decir y aceptar con franqueza que el gobierno ha fracasado. Su obligación primera, que consiste en asegurar la vida y el patrimonio de las personas no la cumple. La violencia y la inseguridad han aumentado constantemente desde hace 12 años cuando se configuró esta estrategia, consistente en descabezar mafiosos, lanzar al Ejército a las calles, y ensangrentar las pantallas de televisión. Al tiempo que se hicieron de lado las tareas de prevención, se abandonó el estudio sobre las ventajas de discriminalizar el consumo de sustancias ilegales y, sí, en cambio, se dio el espectáculo grotesco de gobernadores y políticos revolcándose con sus familiares en el lodo de corrupciones multimillonarias.
Bien sabemos que la solución para erradicar la inseguridad no será simple, rápida, ni sencilla. Que la misma comprensión del problema confunde a la sociedad. Que ningún gobierno podrá abordar el asunto en la soledad. Que es necesario abrir una consulta para que esta terrible amenaza sea abordada por todos: ciudadanos, autoridades, Iglesias, academia, sociedad civil, comunidad científica, empresarios y medios. Todos responsables de encontrar y hacer realidad una hoja de ruta para salir de este aterrador atolladero.
Ya han quedado atrás las versiones simplistas autoritarias de que “la mano dura acabará con ellos”, o la versión simplista permisiva de que “basta con legalizar las drogas para que los precios bajen y desaparezcan los narcos”.
La guerra contra los delincuentes no se va a ganar solo con la ley y las armas. Hay que usar también instrumentos éticos y políticas públicas renovadas: fiscales, educativas y de salud pública.
No basta con observar, cuantificar, denunciar, como ya se hace. Es necesario reflexionar, concluir, acordar, legislar, mejorar nuestras concepciones y actuar.
Solo nuestra mejor inteligencia y voluntad podrán librarnos de ser rebasados por la violencia y la corrupción.
Por eso la ley de seguridad interior que divide a la sociedad no debe aprobarse en M