Milenio

DILEMAS DEL DESARROLLO

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No cabe duda de que existen áreas cercanas al centro de Ciudad de México que tienen que ser desarrolla­das, que no pueden permanecer subutiliza­das. Por ejemplo, la zona industrial de Atlampa, que se encuentra a escasos cinco kilómetros al noreste del Zócalo capitalino, cuenta con 80 hectáreas de terrenos que en gran medida se utilizan como almacenes, aunque existen algunas fábricas que operan en la zona con serios problemas logísticos y unos cuantos edificios de vivienda que se encuentran aislados del tejido urbano. Si se cambiara el uso del suelo de dicha zona de industrial a mixto, se podría convertir en un foco de desarrollo importante, siempre y cuando se aprovechar­an las estructura­s de las fábricas que son parte del patrimonio construido de la ciudad. Allí podría haber una sana combinació­n entre actividade­s productiva­s, innovación y buena calidad de vida si se hiciera un plan adecuado para la colonia.

Los primeros obstáculos para el desarrollo inmobiliar­io en la zona es la irregulari­dad en la tenencia de la tierra, ya que grandes partes del suelo se encuentran en situacione­s indefinida­s. El otro gran problema ha sido la planificac­ión deficiente y la excesiva zonificaci­ón, ya que casi todo el territorio de la colonia está reservado para usos industrial­es y no se permite la construcci­ón de vivienda.

Sin embargo, la densificac­ión de una zona como esta acarrea algunos dilemas; el más importante es: ¿cómo desarrolla­r el área sin expulsar a sus actuales pobladores? ¿Cómo transferir el potencial de desarrollo de otras áreas de la ciudad sin propiciar su aburguesam­iento? Está claro que emprender una estrategia de desarrollo inmobiliar­io en zonas como esta puede atraer inversione­s en infraestru­ctura sostenible de movilidad y en el mejoramien­to del espacio público. En Atlampa existen vías de ferrocarri­l que dejaron de ser utilizadas hace décadas, las cuales podrían convertirs­e fácilmente en parques lineales y ciclopista­s.

Si observamos esta área y la ciudad entera como un campo de fuerzas, habría que contemplar el desarrollo inmobiliar­io como una nueva fuerza que actúa sobre el campo e intentar evaluar a priori los efectos sociales de dicho esfuerzo. Con el mismo espíritu habría que reflexiona­r qué otras fuerzas podrían resultar benéficas para la comunidad, como la instalació­n de colegios, universida­des, instalacio­nes deportivas y centros para la innovación. Quizá con la búsqueda de un equilibrio entre las fuerzas, Atlampa podría resultar un ejemplo de éxito, en el cual no predomine el paradigma inmobiliar­io de la máxima ganancia económica con el mínimo de inversión, sino un lugar donde el objetivo primordial fuera el bienestar de los habitantes, por encima del lucro de los inversioni­stas. Es cierto que para hacer viable el desarrollo de una porción de ciudad es necesario que los proyectos generen ganancias para sus promotores, pero esto no se debe hacer a costa de la evolución sana del tejido urbano y social.

La CdMx está en un momento histórico que los arquitecto­s y urbanistas deben aprovechar para superar el dilema entre densificac­ión y aburguesam­iento, y quizá pensar en un cambio de paradigma de uno urbano clasista, como el que existe ahora, hacia una práctica orientada a los beneficios sociales y a la búsqueda del equilibrio entre las fuerzas que actúan sobre la ciudad. m

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Atlampa podría convertirs­e en un foco de desarrollo importante para la ciudad.

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