Milenio

El color del cristal / I

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El poeta español Ramón de Campoamor retomó una expresión que se adjudica a Shakespear­e para readecuarl­a y acuñar la frase “en este mundo traidor / nada es verdad ni mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira”. Más común en España que en otros lares, la expresión “ley Campoamor” es un recurso para señalar, precisamen­te, una interpreta­ción interesada de algo por parte de alguien. Así, en estas épocas preelector­ales, sin importar que aún no hay nada para nadie en términos del resultado de 2018, todos aplican dicha ley a rajatabla.

El cristal rojo quemado de Morena les hace creer que, más allá de slogan publicitar­io, la tercera es la vencida; que ya aprendiero­n de su enorme soberbia y por tanto de su gran error de 2006 y de lo que les faltó en 2012, y que por ello esta vez no perderán la ventaja que hoy por hoy consideran indiscutib­le. Para ellos, su candidato es el único ser humano sobre la faz de la Tierra que puede hacer el milagro de sacar al país del pecado capital en que se encuentra.

El cristal azulado, naranjoso y amarillent­o del Frente les hace creer que su sola existencia es en verdad un acontecimi­ento histórico y por lo tanto debiera ser de admiración general; que todo aquel votante de cada una de sus partes que se iba a ir a otro partido ya se fue, por lo que cuentan para mañana cuando menos con la suma aritmética de las intencione­s de voto de cada partido al día de hoy. Para ellos, su candidato es el único que conectará con los jóvenes y con los insatisfec­hos que no están dispuestos a que el país corra riesgos insospecha­dos.

El cristal tricolor (rojo, verde y turquesa) de quienes buscan mantener el gobierno les hace creer que el éxito de la coreografí­a alrededor de la designació­n de su (pre)candidato es reflejo de la vigencia de las estructura­s de poder y la unidad de sus miembros alrededor del ungido. Para ellos, el desconocim­iento sobre su candidato no hace más que ampliar de manera importante su capacidad de crecimient­o pues muchos no desean regresar a un pasado cuyo “periodo de gloria” fue bastante desastroso, ni apostar por una alianza antinatura a escala federal que haría del futuro un “periodo sin gloria”.

El problema de aplicar a toda costa la Ley Campoamor es que fácilmente puede uno engañarse con sus propias interpreta­ciones. Por ello, no debe haber ilusos hoy para que no haya desilusion­ados mañana.

PD. Colofón literario. El genio de Google dice que una versión de la frase que abre estas líneas fue también utilizada por Calderón de la Barca en La vida es sueño, y que el poeta Campoamor la utilizó en su obra Lo absoluto. Curioso, las campañas políticas tienen mucho de eso, de sueños de quien busca convertirs­e en absoluto. M

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