SILVANO Y LA SECUM
La Secretaría de Cultura de Michoacán (Secum) goza de la peor fama desde hace más de una década. La verdad es que no son los campeones en desfalcos (hay entidades aún más descaradas, como Coahuila con la García Camil o Yucatán con Roger Metri), aunque sí son los que lo han hecho más visible, sobre todo a través del programa Caminos de Michoacán. La dependencia lleva al menos cuatro secretarios en igual número de años, y parecería evidente que el presupuesto en la materia sirve de monedero personal del gobernador en turno, y ahora le ha tocado a Silvano Aureoles. La ratería sin fin (u opacidad, si se prefiere el eufemismo) tiene postrados a artistas individuales y a agrupaciones independientes que no logran ser oídos por sus autoridades.
La última puntada de Silvia Figueroa Zamudio, titular de la Secum, fue mudarse de sede en pleno diciembre, dejando a todo mundo con sus facturas en trámite pues no hay teléfonos ni internet habilitado para reclamar lo justo. Consecuencia, quizá, de las varias ocupaciones de las instalaciones que han realizado artistas locales exigiendo pagos atrasados (incluso de 2008 a la fecha) y mejores condiciones laborales, ya no digamos un proyecto claro de cultura para el futuro. Los creadores no han clausurado una vez las instalaciones de Secum, sino varias, e incluso la actual secretaria les ha echado a los granaderos a tan peligrosos trabajadores de la cultura.
A Figueroa Zamudio le ha importado muy poco la cultura de su estado. Es una arribista que no solo no entiende del tema sino que lo desprecia, al igual que a quienes le dan vida. Fue una pésima secretaria de Educación, señalada por corrupción, y consolada con la Secum por Silvano para apaciguar contrarios. Inexplicablemente, en su nueva encomienda los dineros no aparecen, o más bien desaparecen con toda facilidad. Los adeudos de la dependencia son millonarios, y las cosas pintan de tal manera que se largarán gobernador y secretaria con la más absoluta de las impunidades. La rendición de cuentas es nula a nivel local, y a escala federal parece haberse llegado a un pacto con el mandatario del estado.
Usted consulte en diarios locales las declaraciones de Figueroa Zamudio y contemple las descalificaciones que hace a artistas a los que adeuda sus dineros justamente devengados. Ellos pagan de su propio bolsillo porque los alquile la Secum, esperando algún día —o nunca— ver el retorno de esos recursos. El trato es infame y pedestre, digno de la más ignorante secretaria de Cultura que ha tenido el estado en los últimos 30 años. Obra de Silvano, sin duda. m