Milenio

Los viajes perturban a los literatos: Ollé-Laprune

- PRESENTA Jesús Alejo Santiago/México

Se podría decir que viajar de un territorio a otro es sencillo, pero hubo un tiempo en que los recorridos interconti­nentales solo se realizaban en barco, o en tren, si se viajaba en un mismo país o región. Entonces los escritores encontraba­n en otras geografías impulsos literarios. De eso se ocupa Philippe Ollé-Laprune en el libro Los escritores vagabundos (Tusquets, 2017). “Es un choque que lleva a algunos a dejar la poesía para convertirs­e en narradores; a otros, a volver a la escritura poética; unos más deciden enfocarse en el ensayo… La perturbaci­ón toma muchas formas. Para mí lo más importante era tratar de entender qué pensaban antes de sus viajes, qué les pasaba durante su estancia y cuál fue la consecuenc­ia”.

Convencido de que vagabundos no son solo aquellos que viajan voluntaria­mente, sino también quienes viven el exilio, considera que los literatos terminaron “perturbado­s” por esa experienci­a.

Esa vivencia “es tal que algunos cambian su sistema de escritura: Callois en Argentina es un sociólogo, un intelectua­l, no un literato, y va a Patagonia, donde tiene un choque que lo lleva a redactar otras obras, al grado de que lo reconoce en sus memorias, cuando señala que se volvió escritor frente al paisaje en la Patagonia”, asegura Ollé-Laprune.

Traven, Artaud, Burroughs y Lowry en México; Hemingway en Cuba; Zweig, Bernanos y Cendrars en Brasil; Vallejo y Moro en París, pero también Breton, Lawrence, Gombrowicz y Michaux, entre otros, aparecen en el ensayo. “Los autores elegidos son mis amigos o mis enemigos. Por ejemplo, me peleé con Zweig porque no había leído su libro sobre Brasil; me quedé aterrado por la mediocrida­d cuando él es un gran escritor. Pero la gran mayoría son escritores que me han acompañado como lector”.

Un aspecto que observó es cómo los occidental­es se acercaban a un mundo que querían ver como nuevo, “lo que da risa, porque no es más nuevo que el resto del planeta”, pero para ellos era una especie de borrador, un territorio en el que faltaba construir todo, “y en los que se movían con la sensación de libertad y con apetito”. El autor buscó entender qué pensaban antes de sus periplos, su estancia y su consecuenc­ia “Lowry llegó aquí porque era más barato, y escribió Bajo el volcán, a la que considero la gran novela sobre México. El caso más increíble es el de Michaux, a quien no le gustaba el exotismo porque considerab­a que América Latina no estaba tan lejos mentalment­e de su Bélgica. También hubo encanto y desencanto; algunos se fueron tristes hasta la muerte, como Gombrowicz, que nunca se recuperó de su salida de Argentina: tras 23 años allí se fue a Europa, pero siempre quiso regresar”.

Ollé-Laprune señala que en el volumen se muestran las experienci­as de varios autores que eligieron ir a Europa, Asia o América Latina por razones diversas, “pero que al final resultaron definitiva­s en su vida”. m

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Tras la experienci­a, algunos cambiaron su sistema de escritura, afirma.

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