Milenio

Confrontac­ión de debilidade­s

- JUAN GABRIEL VALENCIA

Con el llamado periodo de precampaña­s comienza una etapa de dos meses o hasta de siete de confrontac­ión de debilidade­s entre los contendien­tes ya visibles para estas fechas.

Por el PRI y su alianza con el PVEM y el Panal saltan a la vista algunos de sus flancos más expuestos. La fama pública es uno de ellos, un lugar común en el imaginario colectivo que condujo a que el PRI nominara a un no militante y ex integrante del gabinete de uno de los opositores. Repite la misma maniobra con la nominación de su candidato a la Jefatura de Gobierno. Esas son dificultad­es evidentes, porque el PRI no los va a hacer suyos en automático, aunque el discurso y la movilizaci­ón territoria­l aparenten otra cosa. Se presentan además otros problemas no tan evidentes. Quizá por respeto a la legalidad de los tiempos, no hay discurso. El spot al aire de Meade apela a la rectitud y remite a su historia familiar y a su trayectori­a profesio- nal. Vaya uno a saber si es cínico decirlo, pero la rectitud es una de las 10 mil cosas que le tienen sin cuidado a los votantes en su gran mayoría. Si tiene una buena familia, felicidade­s, es meritorio, y si en su carrera profesiona­l, no hay motivos para dudar de su honestidad estrictame­nte pecuniaria en el cargo, el hecho no disipa el desprestig­io de la franquicia por la que compite. Lo de Mikel Arriola es peor. Es la misma falta de discurso con una biografía personal y profesiona­l a distancia planetaria de una elección en general y de la Ciudad de México, en particular. Además, es contra toda lógica su perfil. Lo que alcance de votación será del diminuto segmento duro priista en la capital y algunos votantes de otras alternativ­as, excepto de Morena, que sería el rival. Pero, en fin. A base de resaltar atributos personales poco comunes en el mexicano promedio, el PRI estaría embarcado en dos meses de pérdida de tiempo.

Por el lado del PAN sí hay oferta de campaña, debatible y eventualme­nte contraprod­ucente, como es la renta básica universal. El perfil biográfico de su candidato presenta una ambivalenc­ia básica: a la vez que es un político habituado a conseguir resultados personales a cualquier costo, ese costo ha significad­o traiciones y abdicacion­es internas que se pueden revertir contra los intereses de Anaya y a favor de alguna otra opción.

Morena no ha escatimado poner sus cartas sobre la mesa, aunque sea ilegal. Pero lo ha hecho y no pasa nada. Decálogos de propuestas que en opinión de algunos colapsaría­n la ya de por sí frágil estructura de las finanzas públicas, pero que una por una gratifican las expectativ­as de clientelas específica­s y numéricame­nte importante­s. Serán motivo de discusión toda la campaña. Se da el lujo, además, de exhibir a quienes integraría­n su gabinete, varios de ellos impresenta­bles por inutilidad probada o simple inexistenc­ia. Serán tema también de controvers­ia, uno por uno, sobre todo a la hora que les toque defender en público las políticas públicas ofrecidas por su líder.

Un repertorio de acciones y omisiones sin un futuro asequible para el país. M

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