Milenio

Disciplina y espíritu militar

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Ojalá y termine este juego perverso donde los que se oponían a la promulgaci­ón de la ley de seguridad interior, por un lado, demostraba­n respeto a las fuerzas armadas y, por el otro, proferían señalamien­tos “sin sentido” de “golpistas”, “represores”, “asesinos” o “usurpadore­s del poder civil”.

De lo que no debe existir dudas es de que el Presidente es el comandante supremo de las fuerzas armadas por mandato constituci­onal.

Los militares han sido los únicos en respetar al poder civil.

Según el diccionari­o de la Real Academia, militariza­r es infundir la disciplina o el espíritu militar.

Ojalá que en México se infunda la disciplina y el espíritu militar.

Sí así fuera, entonces esta disciplina sería insertada en las aulas, en las acciones de gobierno, en las institucio­nes civiles, en hospitales, presidenci­as municipale­s, gubernatur­as.

¿Qué pasaría si la disciplina militar fuera llevada al deporte, a la tecnología, a la academia?

¿Qué pasaría si se eligiera la disciplina para limitar la violencia?

Si se quisiera llevar el espíritu militar que ha prevalecid­o en este país por lo menos los últimos 50 años, entonces, tendríamos menos impunidad, menos corrupción, menos deslealtad a México.

De quererse militariza­r este país, entonces se obtendría una aplicación de la justicia contundent­e y efectiva.

Sin embargo, no es así: lo de los civiles a los civiles, aunque después tengan que pedir el apoyo militar.

Así las cosas. Se equivoca Miguel Barbosa en su columna de ayer en este diario cuando afirma que “nuestras fuerzas armadas son de paz”.

Ningún Ejército del mundo es de paz; más bien nuestro país tiene una política de no intervenci­ón, lo que no implica que las fuerzas armadas sean para la paz.

Señor Barbosa, qué lamentable y terrible que un senador como usted no entienda que con esta ley se volverá a civilizar la seguridad pública (hoy en manos militares) y que esta ley promueve el respeto a los derechos humanos por parte de todos los actores de gobierno involucrad­os en materia de seguridad.

Señor Barbosa, no sé cuál paz social se va a poner en riesgo. Salga a las calles y pueblos del país para que se entere de cómo están las cosas en ese sentido, para que se entere de cómo en las localidade­s donde hay presencia militar la paz social está garantizad­a. En fin, la ley ya es un hecho. Ahora solo quedan las patadas de ahogado. M

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