Odio los spots electorales
Alo mejor mañana me expulsan de la industria de la comunicación mexicana por lo que voy a decir, como le ha pasado a tantos compañeros tan queridos, pero tengo que ser sincero: odio los spots electorales.
No puedo con ellos, los detesto, no me sirven para nada, solo alimentan el odio, representan una pérdida de tiempo, un despilfarro imperdonable, un atentado para el trabajo de miles de personas.
¿Por qué le estoy escribiendo esto? Porque como seguramente usted ya ha estado viendo y oyendo en radio, televisión y redes sociales, comenzaron las precampañas rumbo a las elecciones del próximo verano y ya nos llenamos de spots.
No estoy ni a favor ni en contra de algún partido o de algún precandidato. Quiero elegir en paz y sus estrategias de comunicación no me lo permiten.
Son aburridas, aberrantes, despreciables, repetitivas, excesivas, obsoletas.
La mayoría son falsas, incongruentes, están hechas con las patas, me invitan a cambiarle de canal cada vez que me las encuentro y representan un atentado contra todas nuestras televisoras y radiodifusoras.
Y no me meto con el tema de los dineros porque entonces sí me vuelven a amenazar de muerte.
Aquí hay un problema monumental que no tiene que ver con la democracia.
Este es un asunto de poder, de abuso, de invadir los medios y los tiempos de todos los mexicanos sin pagar un solo centavo.
Por si esto no fuera suficiente, yo, como crítico de televisión, tengo la obligación profesional de reportarle a mis audiencias lo que está pasando con estos contenidos.
Pero si escribo bien de los mensajes de un partido, los fanáticos de los otros se enojan, pero si escribo mal de los “anuncios” de alguien, los demás suponen que lo hago porque una entidad macabra me sobornó para que lo hiciera.
Y en medio de todo esto tengo que dedicarle a todos los precandidatos de todos los partidos el mismo espacio porque si no, alguien me va a “acusar”.
¿Qué puedo hacer en semejante contexto? El volumen de spots es inmenso y cuando apenas estoy escribiendo de un mensaje ya salieron 19 más y mi columna para esta clase de cuestiones solo sale una vez a la semana.
Y ni modo de ponerme a escribir de partidos y candidatos en internet o en mi columna diaria de espectáculos porque el público es otro y las buenas conciencias enfurecen.
¡Cómo se le ocurre a Álvaro Cueva tratar a nuestra clase política como si fuera un espectáculo! ¡Que se ponga a escribir de telenovelas! ¡Que le deje eso a los analistas políticos!
Me encantaría pero nuestros eternamente cultos analistas políticos no se rebajan ni a mirar la televisión ni a escuchar la radio.
Mientras que en las tan despreciadas telenovelas le pudieran estar haciendo el caldo gordo a un precandidato, como ya ha pasado, ellos están muy ocupados en sus conversaciones de altura.
El problema es que las elecciones se ganan por volumen y donde está la influencia no es en las conversaciones de altura sino en las tan despreciadas telenovelas.
Mire, comenzaron las precampañas y yo me voy a morir en la raya reportándole todo lo que pueda. Le prometo ser implacable.
Lo único que le suplico es que me tenga paciencia porque esto pinta muy mal. ¿O usted qué opina? M