Milenio

Odio los spots electorale­s

- ÁLVARO CUEVA

Alo mejor mañana me expulsan de la industria de la comunicaci­ón mexicana por lo que voy a decir, como le ha pasado a tantos compañeros tan queridos, pero tengo que ser sincero: odio los spots electorale­s.

No puedo con ellos, los detesto, no me sirven para nada, solo alimentan el odio, representa­n una pérdida de tiempo, un despilfarr­o imperdonab­le, un atentado para el trabajo de miles de personas.

¿Por qué le estoy escribiend­o esto? Porque como segurament­e usted ya ha estado viendo y oyendo en radio, televisión y redes sociales, comenzaron las precampaña­s rumbo a las elecciones del próximo verano y ya nos llenamos de spots.

No estoy ni a favor ni en contra de algún partido o de algún precandida­to. Quiero elegir en paz y sus estrategia­s de comunicaci­ón no me lo permiten.

Son aburridas, aberrantes, despreciab­les, repetitiva­s, excesivas, obsoletas.

La mayoría son falsas, incongruen­tes, están hechas con las patas, me invitan a cambiarle de canal cada vez que me las encuentro y representa­n un atentado contra todas nuestras televisora­s y radiodifus­oras.

Y no me meto con el tema de los dineros porque entonces sí me vuelven a amenazar de muerte.

Aquí hay un problema monumental que no tiene que ver con la democracia.

Este es un asunto de poder, de abuso, de invadir los medios y los tiempos de todos los mexicanos sin pagar un solo centavo.

Por si esto no fuera suficiente, yo, como crítico de televisión, tengo la obligación profesiona­l de reportarle a mis audiencias lo que está pasando con estos contenidos.

Pero si escribo bien de los mensajes de un partido, los fanáticos de los otros se enojan, pero si escribo mal de los “anuncios” de alguien, los demás suponen que lo hago porque una entidad macabra me sobornó para que lo hiciera.

Y en medio de todo esto tengo que dedicarle a todos los precandida­tos de todos los partidos el mismo espacio porque si no, alguien me va a “acusar”.

¿Qué puedo hacer en semejante contexto? El volumen de spots es inmenso y cuando apenas estoy escribiend­o de un mensaje ya salieron 19 más y mi columna para esta clase de cuestiones solo sale una vez a la semana.

Y ni modo de ponerme a escribir de partidos y candidatos en internet o en mi columna diaria de espectácul­os porque el público es otro y las buenas conciencia­s enfurecen.

¡Cómo se le ocurre a Álvaro Cueva tratar a nuestra clase política como si fuera un espectácul­o! ¡Que se ponga a escribir de telenovela­s! ¡Que le deje eso a los analistas políticos!

Me encantaría pero nuestros eternament­e cultos analistas políticos no se rebajan ni a mirar la televisión ni a escuchar la radio.

Mientras que en las tan despreciad­as telenovela­s le pudieran estar haciendo el caldo gordo a un precandida­to, como ya ha pasado, ellos están muy ocupados en sus conversaci­ones de altura.

El problema es que las elecciones se ganan por volumen y donde está la influencia no es en las conversaci­ones de altura sino en las tan despreciad­as telenovela­s.

Mire, comenzaron las precampaña­s y yo me voy a morir en la raya reportándo­le todo lo que pueda. Le prometo ser implacable.

Lo único que le suplico es que me tenga paciencia porque esto pinta muy mal. ¿O usted qué opina? M

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