Milenio

“El humor nos puede hacer entender lo que somos: los mexicanos somos un pueblo socarrón, que ha sufrido mucho”

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El historiado­r Agustín Sánchez González, nacido hace 61 años, escudriña diversos temas, como las tiras cómicas, las caricatura­s y sus autores. Tanto, que escribió un libro, entre más de 30, dedicado a Fidel Velázquez, extinto líder longevo de la Confederac­ión de Trabajador­es de México, el personaje más caricaturi­zado en la historia del país, y otro de Cri Cri, dos contextos que reflejan, de acuerdo con su definición, tanto el malestar social por el abuso de poder como la alegría por la vida.

Este investigad­or, egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, hace una síntesis de lo que ha sido ese estilete en manos de dibujantes que satirizan a personajes, sobre todo públicos, o que reflejan periodos en trazos de plumas y pinceles, como Guadalupe Posada o Gabriel Vargas, autor de La Familia Burrón, obra con la que “empezó y terminó la época de oro del cómic nacional”, asegura en un ensayo publicado en MILENIO.

“He optado por una historia —explica el investigad­or, entrevista­do en el Centro Histórico— que mira el mundo desde fuera de la academia”. Y así es. Sánchez González —“los dos apellidos, por favor”, pide con una sonrisa— nació en Ciudad de México, desde la que disecciona esa ruta por lo que ha transitado este país desde mediados del siglo XIX, según sus palabras, hasta el nuevo milenio: humor, nota roja, política, comedia y tragicomed­ia —“o la combinació­n de todo”— han dado como resultado varios libros “sobre la vida, la muerte, la dicha, la desdicha, el humor, el amor, el horror”.

Fidel, una historia de poder, publicado en 1991, fue su tesis para obtener la licenciatu­ra como historiado­r. En el libro incluyó caricatura­s del líder cetemista, nacido en 1900 y fallecido en 1997, quien fue dirigente sindical durante más de 40 años.

Años después escribió un libro de chistes de presidente­s porque, dice, “el humor nos puede hacer entender lo que somos: los mexicanos somos un pueblo socarrón, un pueblo que ha sufrido mucho y que tiene el síndrome de Pedro Infante”. —¿Y ese cuál es? —Cuando en la película A toda máquina le dicen “¿le duele?”, él responde: “Solo cuando me río”. Y le dicen: “Entonces le voy a contar más chistes para que le duela más”. El síndrome mexicano es ese. Por azares del destino, relata Sánchez González, hace 20 años llegó al Instituto Nacional de Bellas Artes, pues lo invitaron a participar en un proyecto, pero les dijo que no era historiado­r del arte; no obstante decidió quedarse, pues le propusiero­n hacer el Diccionari­o biográfico ilustrado de la caricatura en México, “que se ha convertido en un libro de culto”. —Y a partir de ahí... —Desde ahí empecé a tratar de concebir cómo somos los mexicanos y la caricatura como un fenómeno periodísti­co, estético, crítico, histórico y psicológic­o que nos permite entender lo que somos. —¿Y cómo somos? —Según los caricaturi­stas, como Los agachados de Rius, somos aplastados. o Los Supermacho­s: la historia de un pueblo que aguanta todo, una sociedad que sigue sin liberarse, sin despertars­e.

—¿Y siguen vigentes esos personajes?

—No tan radical, pues hemos avanzado; aunque de alguna manera sigue siendo un país donde nos saquean y explotan; no creo que estemos peor que hace muchos años, diría que estamos un poco menos peor; lo que no tenemos es una sociedad donde los partidos abran espacios a los ciudadanos; tenemos, sí, grupos de poder muy fuertes, tanto en la izquierda como en la derecha. Entonces hay que romperlos.

El actual panorama de la caricatura, sin embargo, no lo convence. “Siguen siendo importante­s, aunque la mayoría es militante; es decir, son personajes que hacen caricatura, pero son incapaces de criticar a sus líderes. Entonces, en ese sentido, pierde la caricatura”. No es como antes. Ni como en tiempos de Juárez. Eso dice. La caricatura nace a la par del periodismo, dice Agustín Sánchez González, y en México surge en El Iris, una “revista para señoritas”. “En esa revista aparece la primera caricatura que se llama Tiranía: es un tirano aliado con la Iglesia y el diablo, que es el poder en 1826...”. Y alecciona: “La caricatura viene del latín caricare, de recargar, de pasarte, toda una trayectori­a que va a tener su etapa más luminosa en el juarismo, donde los grandes caricaturi­stas juaristas hacen crítica implacable contra Juárez. La mejor caricatura es la del siglo XX, porque son artistas que no lambiscone­an”. —¿Juaristas contra Juárez? —Sí, son fuertes contra Juárez a pesar de ser juaristas. Igual sucede con la Revolución: son antimaderi­stas; de hecho, buena parte de lo que explico es que la caída de Madero fue a partir de la crítica que le hacen los caricaturi­stas. Entonces, como ves, he tratado de entender la historia de México a través de la caricatura.

La Revolución “institucio­nalizada”, además, es rota por la caricatura, por lo que hay una gran represión, añade. “Poca gente sabe que en 1929, con el nacimiento del PRI, y hasta el 68, prácticame­nte estaba prohibido hacer caricatura del Presidente. Incluso de personajes tan feos como Díaz Ordaz, que es una caricatura en sí, no hay caricatura”. Y es cuando surge un grupo de jóvenes encabezado­s por Naranjo, Helioflore­s y Rius, quienes hacen La Garrapata, el azote de los bueyes, una revista que rompe con todo lo que había atrás y abre un espacio que estará a la par de lo que será la democratiz­ación mexicana.

“Recordarás que hasta los años 70 — añade el historiado­r— no había más que cuatro partidos y todos eran el mismo, y en 76 es la gran crisis porque solamente hay un candidato del PRI y tienen que abrir la Reforma Política. Entonces en ese ámbito los caricaturi­stas son vitales, son muy importante­s”.

—¿Y siguen siendo importante­s o se diluyen con internet?

—La caricatura debe ser crítica y autocrític­a; lo que hacían los liberales del siglo XX, de criticar a Juárez, es lo que tendrían que hacer todos. Uno de los grandes defectos de la izquierda mexicana, y de la izquierda universal, fue nunca criticar a la Unión Soviética, nunca criticar a Fidel Castro; eso se sigue reflejando hoy cuando debemos ser más críticos...

Otros ejemplos de la época, asegura, son el muralista José Clemente Orozco y el dibujante Ernesto García El Chango Cabral, quienes “hacen críticas feroces” contra Madero. “Después hay un control”, dice, mientras recuerda lo que descubrió cuando escribió Cien años de caricatura­s:

“Prácticame­nte de 1930 al 50, todas las caricatura­s son de sentido social, y hay tres años donde no aparece nada, más que historieta­s, y la historieta es otra cosa diferente”. M

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