Milenio

El cinismo, bandera del PRI

- JOSÉ LUIS REYNA

Romero Deschamps no ha sido tocado por ningún gobierno desde que es el máximo dirigente petrolero; la elección de 2018, los señalamien­tos que surgirán de ese proceso, se encargarán de exhibir el cinismo priista

El cinismo se le da al PRI. Ejemplos sobrarían para ilustrar tantos actos llenos de desvergüen­za. Uno de ellos es el dirigente del Sindicato de Trabajador­es Petroleros de la República Mexicana (STPRM), Carlos Romero Deschamps. No solo es un “distinguid­o” sindicalis­ta; también es senador. Sobre él recaen acusacione­s penales de todos los colores y sabores (corrupción, enriquecim­iento ilícito, etcétera). Sin embargo, acaba de ser reelecto, por adelantado, para el período que va del 1 de enero de 2019 (¡¡¡!!!) hasta el 31 de diciembre de 2024. La opacidad con la que maneja el sindicato petrolero, sin duda, no es un problema: él seguirá al frente de esa poderosa organizaci­ón sindical, llena de prestacion­es y regalías y con la venia del gobierno federal. Así lo ha hecho desde 1996 (casi 22 años), cuando ocupó por primera vez el liderazgo de ese organismo. ¿Por qué sostiene el PRI a un personaje impresenta­ble en la víspera de un complicado proceso electoral? ¿Cuántos votos pueden restar personajes como el mencionado?

El sistema tiene que tener una deuda con el dirigente sindical. Él fue uno de los artífices del Pemexgate, ese desvío millonario que financió, en parte, la campaña presidenci­al priista de 2000. Al PRI le impusieron una cuantiosa multa (mil millones de pesos), pero el todavía senador no fue distraído de sus múltiples actividade­s sindicales, como los lujos que ostentan él y su familia, entre otras muchas cosas.

Romero Deschamps es reconocido no solo por sus fechorías, sino más bien por el servicio que le presta al régimen: un sindicato estratégic­o que opera bajo su estricto control. En su “toma de posesión” como dirigente reelecto hasta 2024, acudió el secretario del Trabajo, Alfonso Navarrete Prida, quien se deshizo en halagos para el truculento dirigente. Hizo público el reconocimi­ento del gobierno federal “por su gestión sindical, por su talento y entrega”. Se congratuló, además, porque su reelección es garantía de continuida­d. Esto implica que seguirá haciendo de las suyas. Como todo cónclave priista, la reelección de Romero Deschamps se deslizó con suavidad. No solo fue anticipada, sino que obtuvo la unanimidad de los “electores” del gremio, quienes además lo vitorearon. De nada valió que sea el sindicalis­ta que acumula más demandas ante la Procuradur­ía General de la República: malversaci­ón de fondos sindicales, apropiació­n de recursos públicos, corrupción, venta y negociació­n de fichas, plazas, complicida­d en el robo de gasolinas (Patricia Muñoz, La Jornada, 12/XII/17). Nada importa; su cinismo y la displicenc­ia del sistema y el partido que lo ampara lo ungieron dónde está y, peor aún, estará otros siete años.

Romero Deschamps no ha sido tocado por ningún gobierno desde que es el máximo dirigente petrolero. Los presidente­s Zedillo, Fox, Calderón y Peña han sido en extremo condescend­ientes con un pillo de este tamaño. La elección de 2018, los señalamien­tos que surgirán de ese proceso, se encargarán de exhibir el cinismo priista, de proteger a personajes tan cuestionab­les. ¿Tendrá Meade el valor de enfrentarl­o? M

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