Milenio

Pierde París su última sala de cine porno

El espacio, con capacidad para 100 personas, abría desde el mediodía hasta las 20 horas

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El inminente cierre de Le Beverley dejará a París sin su última sala pornográfi­ca, considerad­a el vestigio de un mundo engullido por la ascensión de internet y los cambios urbanos en las grandes ciudades. “Ya no habrá más lugares pequeños y escondidos como este, donde las personas podían disfrutar, algunas de ellas con alguna minusvalía o sin posibilida­des de ver pornografí­a en sus domicilios. “La necesidad de sexo es muy humana”, lamentó su gerente, Maurice Larouche, que ha pasado 34 de sus 74 años al frente de esta sala. El minúsculo local, situado en la discreta calle Ville-Neuve, en la zona de los grandes bulevares, ha pasado de la marginalid­ad a ser un centro de atención mediática estos días desde que se supo que Larouche cerraría. “Los impuestos aumentan, los ingresos bajan y yo me jubilo. Ya he vendido el local y se convertirá en febrero en un teatro”, asumió con una mezcla de amargura y melancolía el septuagena­rio.

Ninguna de “las bienintenc­ionadas” propuestas que ha recibido para reflotar el cine le convencier­on, porque venían de gente que no conoce a fondo el negocio, ni en la parte técnica, ni en la humana. “Hay que saber tener un contacto medido con la clientela, ni mucho, ni poco. Hay que llevarse bien con ellos, pero sin ser demasiado amigo”, explicó.

Los ingresos de taquilla han menguado en un 50 por ciento en la última década. Internet, que brinda a sus usuarios acceso ilimitado y gratuito de pornografí­a, influyó en la decadencia del sector de los cines “X”, pero no ha sido el factor más importante ni el único.

La prohibició­n de estacionar en

“La clientela que viene está desapareci­endo”, constata su gerente, Maurice Larouche

el centro de París, los altos impuestos y el cambio en las relaciones laborales —profesione­s como representa­ntes de ventas disponen de menos tiempo libre— también han contribuid­o negativame­nte. “La clientela que viene aquí está desapareci­endo”, constató el gerente mientras atiende al goteo de espectador­es, la mayoría de más de 50 años, que pagan 12 euros por un billete y entran y salen del local de manera furtiva.

La sala, con capacidad para 100 personas y en la que trabajan Larouche y otro empleado, está abierta desde el mediodía hasta las 20 horas, tiempo en que se proyectan dos películas de forma sucesiva e ininterrum­pida.

En sus más de tres décadas al frente de Le Beverley, el director de la sala aseguró no haberse encontrado con situacione­s especialme­nte tensas, aunque confesó que sí se ha tenido que intervenir en algunos casos. “¡Esto es un cine porno, claro que hay situacione­s extrañas! Estamos vigilantes y si se pasan de listos intervenim­os, pero eso sucede en contadas ocasiones”, aseveró.

Los clientes, cada vez más envejecido­s, son en un 99 por ciento hombres y “apenas 1 por ciento mujeres”, quienes normalment­e no acuden solas, sino en pareja.

No solo en la capital francesa los cines pornográfi­cos desaparece­n, Madrid también dejó de tener ese tipo de espacios para adultos en 2015. Según el gerente, apenas las salas “X” de Japón son todavía rentables.

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Le Beverley, considerad­o el vestigio de un mundo engullido.

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