Nuestro 2017: Trump
No creo haber sentido nunca el peso de la política estadunidense sobre los destinos de México tanto como en 2017. En unos cuantos meses, desde su llegada a la Casa Blanca, Trump interrumpió años de razonable buena vecindad y de buenos negocios entre las dos naciones.
Ha cumplido paso a paso su agenda antimexicana: persiguiendo y deportando mexicanos allá, construyendo un muro ignominioso, renegociando el Tratado de Libre Comercio con ánimo de abandonarlo, sin que México haya podido, bien a bien, ni contener ni protestar sus pasos.
Quizá, para los mexicanos, Trump es la mayor calamidad del año que termina.
La ofensiva de Trump nos ha mostrado no solo nuestra vulnerabilidad, sino la falta de alternativas reales para cambiar de curso tanto en la relación política bilateral, como en el diseño de nuestra economía.
Algunos nos hemos hecho ilusiones respecto de que México puede poner en la mesa de los tratos con Trump asuntos de mucho peso en la relación bilateral: nuestra política de control migratorio centroamericano, nuestra política de seguridad regional contra el terrorismo y la guerra contra el narcotráfico.
Son cosas más fáciles de decir en los medios que de plantear en los cuartos de las negociaciones, y no han aparecido siquiera en el panorama.
No es que México haya negociado mal con Trump, es que tiene pocas fichas para hacerlo y pocas alternativas reales, aparte de aguantar el pulso avasallante de un vecino que