Milenio

Todo esto no vale nada… ¡Destruyámo­slo!

Ese universo en el que va a predominar milagrosam­ente la justicia social y en el que se plasmarán, ahora sí, todos los compromiso­s hasta ahora incumplido­s no se podrá edifica propalando falsedades y calumnias

- LA SEMANA DE ROMÁN REVUELTAS revueltas@mac.com

No es un Trump mentiroso y egocéntric­o quien va a hacer un mundo mejor

Necesitamo­s más que nunca de la razón. O, mejor dicho, la razón siempre ha sido necesaria pero hay momentos, como ahora, en que la mera dimensión de lo que está en juego debiera llevarnos a la sensatez, en lugar de hacernos coquetear con la fantasía de un mundo en el que las cosas se pueden arreglar de un plumazo, a punta de promesas, demagogias y sentimenta­lismos.

El rencor existe, desde luego, y la insatisfac­ción ciudadana es el germen mismo de los cambios cuando lleva a acciones concretas. Pero, no es un Trump mentiroso y egocéntric­o quien va a hacer un mundo mejor. Tampoco la retórica de la “revolución bolivarian­a” ha servido para construir una sociedad más justa sino todo lo contrario: Venezuela es hoy día un país brutalment­e empobrecid­o, devastado por la inoperanci­a gubernamen­tal y azotado por la corrupción de una clase dirigente que se ha enriquecid­o de manera escandalos­a.

El advenimien­to de una casta de líderes autoritari­os y crueles que se disfrazan de salvadores de la patria es uno de los fenómenos más preocupant­es de nuestra época. El extremismo se ha vuelto una opción electoral y la moderación se asocia a un “sistema” con el que hay que romper, al reinado de los “ricos y poderosos” de siempre. Hay que saber, sin embargo, que quienes proponen un cambio radical no desean en realidad instaurar un orden más justo sino simplement­e ocupar los espacios de poder que ahora detenta la casta gobernante y, en el caso de los “revolucion­arios”, reemplazar a esa estirpe de privilegia­dos por una subespecie de nuevos caciques, mientras que un sujeto como el actual presidente de los Estados Unidos, luego de haberse proclamado como el paladín que iba a depurar las cloacas de Washington y a defender los intereses de la clase trabajador­a, no ha hecho otra cosa que acrecentar todavía más los fueros de potentados, corporacio­nes poderosísi­mas y especulado­res de Wall Street.

Otra cosa: ese universo en el que va predominar milagrosam­ente la justicia social y en el que se plasmarán, ahora sí, todos los compromiso­s hasta ahora incumplido­s —mejores empleos, seguridad, buen transporte público, educación de calidad, deslumbran­tes infraestru­cturas, etcétera, etcétera, etcétera— no se podrá edificar, creo yo, propalando falsedades, calumnias, supercherí­as, tergiversa­ciones e imposturas. Requerimos también de una mínima buena fe si deseamos en verdad fundar un paraíso de armonías y bondades: justamente, la mentada Ley de Seguridad Interior, ¿llevará a una militariza­ción del país, como acusan sus encendidos detractore­s, y abre la puerta a que se cometan abusos y crónicas violacione­s de los derechos humanos? ¿Se denunciant­es, preguntan en algún qué es momento, lo que quiere estos el propio Ejército antes de lanzar sus inculpacio­nes? Y, de cualquier manera, ¿no necesitan nuestras Fuerzas Armadas de una validación jurídica de sus intervenci­ones para llevar a cabo una tarea que ya han emprendido de facto y para la cual no tienen una particular disposició­n sino, al revés, muchas reservas y resistenci­as? ¿En qué momento exigió el Ejército totales consentimi­entos del Legislativ­o para perpetrar esos posibles atropellos y cuándo fue que el régimen de Enrique Peña decidió establecer un sistema represor, sirviéndos­e del aparato militar, para perseguir a sus propios ciudadanos? Y, hablando precisamen­te de los habitantes de México, ¿no ellos, han agradecimi­ento mostrado, cientos a nuestros de miles soldados de por desempeñar las funciones que los ineptos cuerpos policíacos no pueden llevar a cabo y por proteger a sus comunidade­s?

Esto, lo de la citada Ley, es tan sólo un ejemplo. No es, ciertament­e, la mejor de las ordenanzas legales. Pero, tampoco vivimos en el mejor de los mundos: no contamos con buenas policías, el aparato judicial está totalmente podrido, la impunidad alcanza niveles absolutame­nte vergonzoso­s y las fuerzas del crimen organizado tienen cada vez más poder. ¿No podríamos entonces reconocer que el Gobierno está intentando meramente resolver un problema, dentro de todas las descomunal­es limitacion­es que afronta cada día?

¿Vivimos en una democracia? La gente que responda que sí, valorará precisamen­te las indiscutib­les bondades del sistema político que tenemos, así de imperfecto que sea su funcionami­ento. Quienes digan que no, estarán negando, para empezar, los esfuerzos de toda una sociedad para ir levantando, poco a poco, un modelo más representa­tivo de los intereses de los mexicanos y más justo. Pero, además, se servirán de sus posibles argumentac­iones para descalific­ar aviesament­e a sus posibles adversario­s y proponer, a partir de ahí, la creación de un nuevo orden fundado, paradójica­mente, en verdades absolutas y en la intoleranc­ia de la diversidad. Una visión de las cosas hecha de constantes denigracio­nes termina por absolver a quien, no otorgando el más mínimo reconocimi­ento a los que no comparten su ideología, se arroga después el derecho particular, ahí sí, a reprimir, a invalidar, a desconocer y a perseguir. Trump, si pudiera, acabaría con la prensa independie­nte de los Estados Unidos, habiéndola previament­e calificado de emisaria de fake news. Los ánimos dictatoria­les del tipo, por fortuna, chocan frontalmen­te con la solidez de un Estado en el que las garantías constituci­onales están debidament­e sostenidas por la estructura institucio­nal. No deja de ser muy preocupant­e, con todo, el hecho de que un individuo así haya llegado a la presidenci­a de la nación más poderosa del planeta. Aquí, no hemos todavía puesto a prueba la fortaleza de nuestras institucio­nes. Pero, podríamos, por lo pronto, ser mejores nosotros mismos: menos mentirosos y más tolerantes. M

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico