Milenio

LAS RESPUESTAS DE MR. MEADE

-

Cuando en algún momento de su mandato Enrique Peña Nieto declaró que la corrupción era un problema relacionad­o con la mentalidad de los mexicanos, quizá sin advertirlo de alguna manera dio en el clavo, pero no tanto en lo respectivo a la generalida­d de la sociedad (aunque probableme­nte sea cierto que en general tenemos un menor respeto por la ley que, digamos, los suizos), sino más bien en relación con la camarilla en el poder de la cual él, como presidente, es el líder máximo. Y es que resulta casi evidente que si algún vínculo en común existe entre los gobiernos priistas de diversos niveles y regiones, es que comparten en efecto una mentalidad, un sentido casi de inevitabil­idad, donde no solo les correspond­e a ellos gobernar este país, sino hacerlo de una manera específica, que a su parecer incluye muy a menudo el derecho a incurrir en actos de corrupción. En ese sentido, la declaració­n presidenci­al tuvo algo de profético, pues sin duda ese será uno de los principale­s temas por los que será recordado en el imaginario de los mexicanos.

Es esa mentalidad la que permite que el PRI se comporte de manera dinástica, y conforme pasan las décadas vemos la renovación de cuadros a partir de sus descendien­tes, como hoy demuestran los cargos de Enrique de la Madrid, Claudia Ruiz Massieu, Alfredo del Mazo, Pablo Gamboa y Alejandro Murat, por nombrar a unos cuantos. Es también esa mentalidad la que hace que cuando se ventilan escándalos de corrupción, en lugar de algún tipo de contrición, a menudo aparecen sonrientes, desafiante­s, o de plano ofendidos, reacciones que denotan el ultraje ante el mero hecho de que se cuestione su muy personal estilo de gobernar.

Esto cobra relevancia ante la respuesta que le proporcion­ó José Antonio Meade al periodista de El País Javier Lafuente ante la pregunta esencial de si perseguirí­a actos de corrupción de la administra­ción anterior. Amparándos­e en una verborrea sin ningún tipo de sentido, Meade aseveró que habría que moverse a un esquema “donde la pregunta no sea válida” o “deje de tener mérito”, cuestiones que si bien en un inicio podrían parecer enigmática­s, en realidad son perfectame­nte lógicas, desde la mentalidad a la que en su momento aludió Peña Nieto: para Meade, la pregunta no debería tener mérito, porque bajo el código priista de agradecer la candidatur­a y eventual victoria con garantía de inmunidad para el presidente que sale y su séquito, en la práctica se convierte en un disparate que, en efecto, no es siquiera válido.

Así, una respuesta tan obvia como “claro, perseguire­mos cualquier acto de corrupción, sin importar de donde provenga”, incluso si después jamás ocurriría, se vuelve impensable, pues no se encuentra inscrita en el ADN sucesorio que presenciam­os una vez más en esta ocasión. En ese sentido, da exactament­e igual si Meade es un priista histórico o no pues, como mostró tanto la tradiciona­l cargada (con unción cetemista y toda la cosa) como su inicio de precampaña, ha hecho suya plenamente la idiosincra­sia priista y, en consonanci­a con su tan cacareada inteligenc­ia, a una velocidad asombrosa. m

 ??  ?? Da igual si Meade es un priista histórico o no, pues ha asumido su idiosincra­cia.
Da igual si Meade es un priista histórico o no, pues ha asumido su idiosincra­cia.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico