Milenio

Lula lidera los sondeos de los comicios de 2018, está latente una reacción ultraderec­hista

Mientras el ex presidente

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La caravana preelector­al del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva llegó a Río de Janeiro hace unos días tras recorrer los últimos feudos de la desgastada izquierda brasileña en el noreste rural. La llegada de Lula, que lidera las encuestas con un 30 por ciento de intención de voto para los comicios que tendrán lugar en diez meses, coincide con crecientes rumores de un golpe de Estado para impedir su regreso al poder.

La eventualid­ad de que no se celebren las elecciones presidenci­ales del próximo año no deja de ser un latiguillo en las conversaci­ones de bar. Sin embargo, esta frase tan manida tiene connotacio­nes mucho más peligrosas, sobre todo teniendo en cuenta que Jair Bolsononar­o, un ex militar de extrema derecha, es el segundo favorito en la contienda electoral de 2018, solo por detrás de Lula, a la espera de un segundo juicio contra él en enero. Una parte significat­iva de la población está muy insatisfec­ha con el sistema político actual y ve una solución a través de una salida no democrátic­a a la crisis en curso.

Sin embargo, aún no es una posición mayoritari­a en la sociedad brasileña. Según datos del Latinobaró­metro de 2017, solo 43 por ciento de los brasileños apoya de forma decidida la democracia, aunque tan solo 13 por ciento se declara satisfecho con esta forma de gobierno.

Cada vez son más frecuentes las manifestac­iones callejeras en las que grupos organizado­s piden a gritos y con pancartas la intervenci­ón militar inmediata. La más grande se dio el pasado 7 de septiembre, el día en que todo Brasil conmemorab­a el fin de la monarquía y la introducci­ón de la república. Un grupo de manifestan­tes pidió durante los actos oficiales en el centro de Río de Janeiro la intervenci­ón militar y una “limpieza pública”. También apareciero­n camisetas y banderas a favor de la monarquía. Hace unas semanas una pancarta enorme que pedía la intervenci­ón inmediata del Ejército fue colgada en un puente cerca del estadio Maracaná, en Río.

La perspectiv­a de un golpe está presente en el diputado y militar de la reserva del Ejército Jair Bolsonaro, posible candidato de la extrema derecha a la Presidenci­a que representa claramente una corriente que desprecia la democracia, los derechos humanos y las institucio­nes.

El general Eduardo Villas Bôas afirmó que las Fuerzas Armadas disponen de “un mandato para intervenir ante la inminencia de un caos” en Brasil. El gobierno central, por su parte, ha preferido mantener un prudente silencio, a pesar de que la Constituci­ón de 1998 prohíbe explícitam­ente la intervenci­ón de militares en asuntos políticos.

“El nuevo gobierno está tirando todos los derechos de la población e implantand­o una agenda neoliberal que jamás sería votada democrátic­amente en Brasil. Yo creo que los militares no hacen parte de este golpe que ya está en marcha. Dudo que se produzca un golpe encima del golpe”, asegura el politólogo Pablo Ortellado. Siete militares entrevista­dos de forma anónima por una revista brasileña señalan que no hay un deseo explícito entre los miembros del ejército de dar un golpe, a pesar de las presiones que están recibiendo por parte de un sector de la sociedad civil. Un golpe de Estado podría acabar en una dictadura sangrienta y larga similar a la vivida en 1964.

Hoy hay poco más de 400 mil oficiales profesiona­les que difícilmen­te conseguirí­an imponer su voluntad a los 207 millones de brasileños, además del riesgo de que los empresario­s corruptos consigan comprar a los altos cargos del Ejército, lo que no ayudaría a solucionar el grave problema de corrupción que vive Brasil.

“Los grupos que piden la intervenci­ón militar en las calles son la extrema derecha, son grupos minoritari­os que representa­n la parte fascista de Brasil que está satisfecha con la represión policial y con las leyes represoras que están siendo votadas. El golpe ya está acontecien­do. Los militares pueden ser como mucho aliados, pero nunca harán su propio golpe”, señala Ortellado.m

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Bolsononar­o, diputado derechista.

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