Mala onda…
Mientras en México las familias se desean un próspero Año Nuevo. Donald Trump se prepara para hacernos amargo y difícil el 2018. Así es. Seguramente, el peligroso enemigo gratuito que nos ha surgido en el norte iniciará el año, otra vez, echando la culpa a los inmigrantes mexicanos por la drogadicción y el desempleo estadunidenses.
Trump, asimismo, continuará construyendo el humillante muro, para hacer evidente su racismo hacia nosotros. Poco después, empezará a surtir efecto su reforma fiscal y buena parte del dinero invertido en México regresará de donde vino: la Bolsa de New York.
Seguramente, allá por mayo o junio el presidente estadunidense abandonará el TLC, para dejar en la incertidumbre cientos de miles de empleos mexicanos.
No debemos descartar, que también tratará de imponer algún injusto impuesto a las remesas para robar su trabajo a los paisanos.
Por descontado debemos prepararnos para las agresiones contra los y el aumento de las desalmadas deportaciones que dividen familias.
No hay duda de que equivocamos el camino: nunca debimos confiar en los estadunidenses.
Los coqueteos de los Bush y los Clinton fueron superficiales. No venían del corazón. Fueron solo negocios. Ya vimos como el demócrata Obama fue el rey de las deportaciones. Le dio una patada en el trasero a más de un millón de mexicanos.
Así que, la fantasiosa integración norteamericana fue un error estratégico. Para la mayoría de los gringos, los mexicanos no llenamos sus expectativas para ser socios o amigos. Nos ven con el desprecio de los acosadores.
Pero ya no estamos en 1836, 1847, ni en 1918 cuando nos despojaron y agredieron.
En 2018 seremos 125 millones de personas, en su mayoría jóvenes. Seis millones de paisanos dentro de Estados Unidos y 20 millones de descendientes mexicanos.
Así que sí Trump quiere buscarse un vecino hostil, tendrá que calcular bien los costos.
Nos unirá, contra nuestra tradición, a China, Alemania, Corea del Norte y demás enemigos que el fascista se ha buscado.
La prudencia y la paciencia no están reñidas ni con la inteligencia ni con la voluntad para sobrevivir.
Sí Trump se dispone a aplastarnos, no quedará más remedio que defendernos. M